Volver a Estudios Bí­blicos

Jesús: El Verdadero Israel de Dios

Si nos mantenemos dentro del campo de visión profética típica de los profetas de Israel después del exilio y cautiverio, y con ellos, miramos hacia el futuro, ¿qué vemos? Los profetas de Israel anticiparon claramente un momento en que Israel sería restaurado a su antigua grandeza. La pregunta que tenemos que hacernos es ¿Será que la restauración de la nación de Israel a su antigua gloria se refiere a los tiempos del reino? Tal visión profética no incluye solamente la nación sino, también, la tierra de Canaán, la ciudad de Jerusalén, el trono de David y el templo de Jerusalén. Ahora, la nación se dividió y el pueblo, unos cinco siglos antes de la venida de Jesús, fue llevado a la cautividad en Babilonia; el magnífico templo fue totalmente destruido y el sacerdocio extinguido.

¿O se refiere al Rey?

Pedro, en una retrospectiva apostólica, habla de cómo «Los profetas que hablaron de la gracia destinada a ustedes, estudiaron e investigaron con detalle todo acerca de esta salvación. Ellos querían determinar a quién y a qué momento se refería el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, cuando anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que les seguirían. Dios les hizo saber que su tarea no era para ellos mismos, sino para nosotros, y que sólo administraban lo que a ustedes ahora les anuncian aquellos que les han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo. Éstas son cosas que aun los ángeles quisieran contemplar.» (1 Pedro 1:10-12).

En Isaías 41:8-9, el profeta habló de una futura restauración de Israel en estos términos:

“Pero tú, Israel, eres mi siervo; tú, Jacob, a quien yo escogí, desciendes de mi amigo Abrahán. Yo fui quien te tomó de los confines de la tierra; yo te llamé de tierras lejanas. Yo te escogí, y no te rechacé; yo te dije: «Tú eres mi siervo».”

La misma promesa se ​​reitera en el siguiente capítulo de Isaías (Isaías 42:1-7), cuando el Señor declara de su siervo: “Yo soy el Señor. Yo te he llamado en el momento justo, y te sostendré por la mano; yo te protegeré, y tú serás mi pacto con el pueblo y una luz para las naciones.”(v. 6).

Isaías continúa hablando de este siervo “Escúchame ahora, Jacob; tú, Israel, eres mi siervo; yo te escogí. 2 Yo soy el Señor, tu Hacedor, el que te formó desde el vientre y el que siempre te ayudará. Y yo te digo que no temas. Tu eres mi siervo, Jacob; tú eres Jesurún, a quien yo escogí.” (Isaías 44:1-2) y “Por amor a Jacob, por amor a Israel, mi siervo escogido, te he llamado por tu nombre, el nombre que te di, aunque tú no me conocías.” (Isaías 45:4).

Los dispensacionalistas, dada su conocida “hermenéutica esquizofrénica literal», están obligados a interpretar esos pasajes literalmente, por lo tanto ellos asignan el cumplimiento de estas profecías de Isaías para un milenio terrenal futuro en el que Israel coexiste con los gentiles bajo el reinado del rey davídico (ver John Walvoord, “The Millennial Kingdom”, pp. 302-304, y John Dwight Pentecost, “Things to Come”, pp. 503-508). Esto implica la restauración de la monarquía donde Jesús toma su lugar en el trono real de David y gobierna las naciones desde este Israel restaurado.

Pero ¿es así como el Nuevo Testamento interpreta estas profecías mesiánicas relativas al siervo del Señor? ¿Quién es este siervo del Señor? Es la nación de Israel, o ¿se trata de Jesús, el Mesías de Israel?

Para responder a esta pregunta, debemos ver que los escritores de los evangelios interpretaron estas profecías de Isaías como el cumplimiento de la misión mesiánica de Jesús.

En primer lugar, vemos en Mateo 12:15-21, por ejemplo, cuando Jesús se retiró de las multitudes que le habían seguido, Mateo informa que este evento es el cumplimiento de lo que se había hablado el profeta Isaías. Este evento sirve para demostrar que Jesús es el verdadero siervo [Israel] del Señor.

En segundo lugar, mientras Jesús echaba fuera demonios, y sanó a los enfermos, Mateo vio en este evento el cumplimiento de las profecías de Isaías sobre el siervo sufriente que tomaría sobre sí nuestras enfermedades y llevar nuestras enfermedades.

“Esto, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” (Mateo 8:17)

“Con todo, él llevará sobre sí nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado.” (Isaías 53:4.)

Claramente vemos que el evangelista Mateo interpretó que Jesús es el Siervo del Señor, es decir, Israel.

En tercer lugar, en el evangelio de Lucas, Lucas habla tanto de Israel (Lucas 1:54) y David como el siervo de Dios (Lucas 1:69). Sin embargo, en Hechos, Lucas habla deliberadamente de Jesús como el siervo de Dios (Hechos 3:13). Después de su crucifixión, Dios resucitó a Jesús de entre los muertos para que cada uno sea llamado al arrepentimiento (Hechos 3:26).

En cuarto lugar, cuando el eunuco etíope oye una lectura de Isaías 53:7-8 y pregunta a Felipe ¿De quién habla el profeta?, Lucas nos dice que Felipe informó al etíope que este pasaje se refiere a Jesús (Hechos 8:34-35) y sabemos que ese texto habla del siervo del Señor, el cual los judíos enseñaban se refería al Pueblo de Israel.

Pero esto no es todo lo que está aquí revelado. Oseas (11:1), profetizó “Yo amé a Israel desde que era un niño. De Egipto llamé a mi hijo.” En Mateo 2:15, el evangelista nos dice que la profecía de Oseas se cumplió cuando sus padres llevaron a Jesús a Egipto para protegerlo de la matanza de niños ordenada por Herodes (Mateo 2:3-18). Después de la muerte de Herodes, Dios llamó a Jesús y su familia a regresar a Nazaret. Mateo tiene un pasaje de Oseas, que se refiere claramente a Israel, y le dice a sus lectores que este pasaje ahora se cumple en Jesucristo. Él hace esto para demostrar a su público, en su mayoría judíos, que Jesús es el siervo del Señor [Israel], anunciado en todo el Antiguo Testamento (especialmente Isaías), el verdadero Israel de Dios.

A estas alturas debería estar claro que de acuerdo a muchos escritores del Nuevo Testamento, Jesús es el verdadero siervo, el verdadero hijo y el verdadero Israel de Dios. Recordemos también que Isaías hablaba de Israel y de los descendientes de Abrahán como el pueblo de Dios. Es a través de la simiente de Abrahán que las naciones de la tierra serían bendecidas.

Por lo tanto, así como Jesús es el verdadero Israel, El es la verdadera simiente de Abrahán. Este es el punto que Pablo está defendiendo en Gálatas 3:7-8, cuando dice «Sepan, por tanto, que los que son de la fe son hijos de Abrahán. Y la Escritura, al prever que Dios habría de justificar por la fe a los no judíos, dio de antemano la buena nueva a Abrahán, cuando dijo: «En ti serán benditas todas las naciones.»»

Las palabras de Pablo aquí, son importantes por varias razones. Primero, nos dice que Abrahán creyó en el mismo evangelio que Pablo predicó a los gentiles Gálatas. Siempre ha habido un plan de salvación y un evangelio, desde el primer momento. Esto, por supuesto, plantea muy serias dudas sobre la teoría «dispensacional” de las diferencias en “los propósitos redentores” de la nación de Israel y de los gentiles, pues como es evidente cuando Pablo llega a decir en Gálatas 3:29, que “Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abrahán y, según la promesa, herederos.”

Finalmente, la promesa del evangelio, desde el principio de la historia de la redención, es que los verdaderos hijos de Abrahán, ya sean de origen judío o gentil, si pertenecen a Jesucristo, el cual es la verdadera simiente de Abrahán, son herederos de la promesa. El hecho es que los cristianos somos el Israel de Dios, la simiente de Abrahán, y los herederos de las promesas, sólo por la fe, estamos unidos a él el único que es el verdadero Israel, una semilla de Abrahán.

Las ramificaciones de esta doctrina Bíblica son obvias. Si Jesús es el verdadero Israel de Dios, y si los escritores del Nuevo Testamento aplican a Jesús esas profecías del Antiguo Testamento que se refieren a Israel como hijo o siervo de Dios, entonces lo que queda del “dispensacionalismo” es absolutamente nada; pues todas estas profecías que, según los dispensacionalistas, deben cumplirse en un futuro milenio se desvanecen en Jesús, El Cristo, quien YA las ha cumplido.

#SóloEscritura #SóloGracia #SóloFe #SóloCristo #SóloaDiosGloria
#SanaDoctrina – Iglesia Bautista Reformada