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El Rastro de Sangre

The Trail Of Blood – J. M. Carroll

El propósito de este librito es dar a conocer la historia de los TESTIGOS FIELES del Señor Jesús, quienes como miembros de la IGLESIA QUE JESÚS EDIFICÓ«…han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte». (Apocalipsis 12.11)

Obra original en inglés: «The Trail of Blood»

Publicado en 1931 por Dr. J. W. Porter

Traducido por José M. Rodríguez

Publicado en 1976 en español por: Editorial Challenge, Little Rock, Arkansas, E.U.A. Pastor M. L. Moser, Jr.

Edición Revisada realizada por: Julio J. Argüelles y Theodore L. Tweet, San Pedro Sula, Honduras, C.A.

Publicado en 2002 por: Bryan Station Baptist Church, 3175 Briar Hill Road, Lexington, Kentucky 40516, E.U.A. Pastor Al Gormley (859) 299-1430

INTRODUCCION

Por Theodore Tweet

El Rastro de la Sangre relata la historia bautista, preservada a veces aún por autores protestantes y católicos, al ver que los bautistas fieles preferían morir antes de negar la Biblia para acomodarse a la moda. A través de los siglos, la afirmación bautista era: «La Biblia es la única regla de fe y práctica».

Antes de imprimir esta edición de El Rastro de la Sangre hemos realizado una revisión, no para cambiar el contenido, sino para clarificar y facilitar la lectura. lo que originalmente era la «Introducción» por el Pastor Clarence Walter ya aparece al fin del librito como «Resumen.»

Además, anotamos una explicación en las páginas 6, 30 y 71 donde el autor escribió: «…sólo el Nuevo Testamento había de ser la regla y guía en asuntos de fe y de conducta, no sólo para la iglesia como organismo, sino para cada miembro de ella».

(Nota del traductor: Los bautistas verdaderos siempre han dicho que toda la Escritura es la Palabra de Dios y es la única regla de fe y práctica, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, 2 Timoteo 3:16-17. [La Confesión de Fe de Londres de 1689, Una Confesión Bautista, Capítulo 1, «Las Santas Escrituras»] Sin embargo, la iglesia de Cristo es una institución que no empezó sino hasta el Nuevo Testamento. Entonces, sólo allí se encuentra el origen, reglas y prácticas de las iglesias del Señor.

Es un error, pues, por parte de los católicos o protestantes referirse a la nación de Israel como patrón para una iglesia, por lo cual se les confunde a ellos con respecto a la ordenanza del bautismo, etc. y les induce a anhelar y justificar la unión de Iglesia y Estado, pero los bautistas siempre se opusieron a tal unión.)

La unión de la Iglesia y Estado quería decir que:

  1. El gobierno sólo reconocía un tipo de iglesia. Los que no estaban de acuerdo sufrían la persecución y muchas veces, la pena de muerte.
  2. El sueldo de los pastores, así como de los políticos, fue pagado por el gobierno con los impuestos del Estado.

Al imprimir «El Rastro de la Sangre» en español, por primera vez en 1976, el pastor M.L. Moser, Jr. Ofreció el siguiente comentario:

«El mundo tiene una gran deuda con los bautistas; una deuda que nunca se puede pagar. Los bautistas siempre han sido los campeones de la libertad religiosa y política. El precio que los bautistas han pagado durante los años desde el tiempo que Jesucristo instituyó la primera Iglesia Bautista en Jerusalén hasta ahora, no puede ser contado en términos terrenales.

Aún sacados de sus casas, vendidos en los mercados de esclavos, ahogados en los ríos, hervidos en aceite, quemados vivos en estacas y muy perseguidos, los bautistas han permanecido leales y fieles al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. La Biblia habla con autoridad final a los bautistas.»

El Rastro de la Sangre

o La pista de los cristianos a través de los siglos desde el tiempo de Cristo hasta nuestros días o para expresarle de otra manera, pero muy expresivamente: «Historia de las doctrinas enseñadas por Cristo y sus apóstoles y los que les fueron leales.»
 

PRIMERA DISERTACIÓN

«Recuerda los días de la antigüedad; pensad en los años de muchas generaciones: pregunta a tu padre, que él te anunciará, a tus ancianos, y ellos te dirán» (Deuteronomio 32:7).

  1. Lo que hoy conocemos como «cristianismo» o religión cristiana, comenzó con Cristo, el año 30 de nuestra era, en tiempo del imperio romano y dentro de sus límites, uno de los mayores imperios que el mundo haya conocido en el curso de toda su historia.
  2. Ese imperio, en aquella época, comprendía casi todo el mundo entonces conocido y habitado.  El emperador reinante a la sazón era Tiberio César.
  3. En cuanto a religión, el imperio romano era en ese entonces pagano.  Sus numerosos dioses eran, unos reales, otros imaginarios.  Había asimismo muchos creyentes y devotos.  Esa religión era no sólo la religión del pueblo, sino la del imperio, y como tal estaba sostenida y protegida por El Estado. (Mosheim, tomo 1, cap. l)
  4. El pueblo judío, que en ese período ya no constituía una nación aparte, se hallaba desparramado por el imperio romano.
    Sin embargo, ese pueblo todavía tenía el templo de Jerusalén, donde todavía podía rendir culto a Dios; pues todavía se mostraba celoso por su religión; pero, a semejanza de los paganos, hacía largo tiempo que había caído en el formulismo y perdido su influencia. (Mosheim, tomo 1, cap. II)
  5. Como la religión de Cristo no es una religión de este mundo, su fundador no le dio ninguna cabeza o fe terrenal, ni poder temporal. Y así, ella no buscó ni el sostén ni el apoyo del Estado; tampoco trató de destronar al César.  Y así tenía que ser, como quiera que su autor había dicho: «Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.» (Mateo 22:19-22); Marcos 12:17; Lucas 20:20) Desde que el cristianismo es una religión espiritual, mal podía ser el rival de ningún gobierno terrenal.  Y a mayor abundamiento, hasta se les enseñó a sus adherentes a respetar a las autoridades y a observar las leyes. (Romanos 13:1-7; Tito 3: l; la de Pedro 2:13-16)
  6. Deseo llamar ahora vuestra atención a algunas de las notas o marcas de esta religión.

Si queremos remontarnos hasta su origen, a través de sus largos veinte siglos, y especialmente a lo largo de los mil doscientos años de la lóbrega Edad Media, anegada por ríos de sangre de mártires, nos será preciso conocer bien las marcas, a fin de orientarnos.  A medida que avancemos, hallaremos que esas marcas han sido muchas veces horriblemente desfiguradas; pero siempre daremos con alguna que haya resultado indeleble.  Estemos, pues, sobre aviso, con cuidado y oración.  Desde luego, hallaremos muchas impostoras y simulaciones, de tal manera que a ser posible, «aún los mismos escogidos se extraviarían.»

Pero así y todo, necesitamos seguir, a ser posible, su pista, valiéndonos de los datos históricos dignos de fe, y, con especialidad, de los aportados por las palabras y las marcas de la divina verdad.

Algunas Marcas Infalibles e Indefectibles

Si al descender a través de los siglos, damos con un grupo o grupos que no posean las marcas distintivas que van a continuación y que enseñan otras cosas como doctrinas fundamentales, ¡cuidado!

  1. Cristo, el autor de esta religión, constituyó a sus secuaces o discípulos en Iglesia.  Los discípulos a su vez habían de constituir otras Iglesias a medida que esta religión se extendiese y se «hiciesen» otros discípulos. (Sucesiones Bautistas, Ray, edición revisada, cap.  I)
  2. Este organismo o Iglesia tenía de acuerdo con las Escrituras y la práctica de los apóstoles y de las primeras Iglesias, dos clases de ministros o funcionarios, y sólo dos: pastores y diáconos.  El pastor era llamado obispo.
    Tanto el pastor como los diáconos habían de ser elegidos por la Iglesia para desempeñarse como servidores de la misma.
  3. Las Iglesias, en su gobierno y disciplina, habían de ser enteramente independientes unas de otras.  Y así la Iglesia de Jerusalén no había de tener autoridad alguna sobre la de Antioquia; ni la de Antioquia sobre la de Éfeso, ni ésta sobre la de Corinto, y así sucesivamente.
    Su gobierno había de ser congregacional y democrático; es decir, un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
  4. Cristo dio a la Iglesia dos ordenamientos y nada más que dos, a saber el Bautismo y la Cena del Señor.  Estos dos ordenamientos habían de ser perpetuos y de carácter memorial.
  5. Esta Iglesia no había de recibir otros miembros en su seno que los que fuesen «salvos.» (Hechos 2:47) Estos habían de ser salvos únicamente por la pura gracia de Dios, y no por virtud de obras de la ley (Efesios 2:5, S-9).  Estos salvados, y sólo éstos, habían de ser sumergidos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. (Mateo 28:19) Y sólo éstos, así recibidos y bautizados, habían de participar de la Cena del Señor; la Cena había de celebrarse únicamente por la Iglesia, en su carácter de tal.
  6. Las Divinas Escrituras y nada más que ellas (de hecho, el Nuevo Testamento y sólo el Nuevo Testamento), habían de ser la regla y guía en materias de fe y de conducta, no sólo para la Iglesia, como organismo, sino para cada miembro individual de la misma.
  7. Cristo Jesús, el fundador de ese organismo y el salvador de sus miembros, había de ser su único sacerdote y rey, su único Señor y legislador, así como la única cabeza de las Iglesias.
    Las Iglesias habían de ser ejecutivas tan sólo para llevar a cabo la voluntad de su Señor y sus perfectas leyes; jamás habían de ser legislativas para reformar o abrogar sus antiguas leyes o hacer otras nuevas.
  8. Esta religión de Cristo había de ser asunto puramente personal, individual y voluntario, que se abrazase mediante la persuasión, y no por compulsión – física o gubernativa; sino que había de ser asunto de categórica elección personal.  «Escoged a quien sirváis,» es el requerimiento escrituras.  No podría, por tanto, ser aceptada, ni rechazada, ni observada por sustituto ni por compulsión.
  9. Nótese bien, que ni Cristo ni sus apóstoles dieron jamás a sus secuaces ningún nombre denominacional, como los que hoy se acostumbran, como los de «católico,» «luterano,» «presbiteriano,» «episcopal,» etc., etc., (salvo el nombre dado por Cristo a Juan, que estaba destinado a ser llamado el «Bautista» o «Juan el Bautista,» Mateo 1 l: 11 y diez o doce veces más), Cristo llamó al individuo que se seguía «discípulo.» Dos o tres veces más fueron llamados «discípulos.» Al conjunto de discípulos, sea en Jerusalén, o en Antioquia o en otras partes, se le llamó Iglesia.  Y siempre que se aludía a más de uno de estos distintos organismos, se los llamaba Iglesias; pues la palabra Iglesia usada en singular nunca se la empleaba para referirse a más de uno de estos organismos, ni siquiera se hacía eso al referirse a todos ellos.
  10. Me permito señalar otra nota o marca distintiva, a saber, la completa separación de la Iglesia y el Estado.  Ninguna combinación o mezcla tiene que hacerse entre esta religión espiritual, y el gobierno temporal.  A esto hay que añadir la «completa libertad religiosa» para todo el mundo.

PRIMER PERÍODO

(Desde al año 30 al 500)

  1. Debido al extraño, bien que maravilloso, impulso y dirección de Juan el Bautista, el elocuente pregonero del desierto, y al amoroso contacto y la milagrosa eficacia del poder de Cristo, así corno a la admirable predicación de los apóstoles y de sus inmediatos sucesores, la religión cristiana se propagó por modo extraordinario durante los primeros quinientos años de su existencia, dejando, eso sí, un horrible rastro de sangre tras sí.
    El judaísmo y el paganismo se opusieron con fiereza a todo movimiento de avance.  El primero de los grandes adalides cuya vida fue inmolada fue Juan el Bautista, siendo decapitado.  Poco después, le siguió el mismo Salvador, fundador de esta religión, muriendo de cruel muerte de Cruz.
  2. A continuación del Salvador, y en rápida sucesión, fueron martirizados muchos otros héroes.  Esteban fue lapidado; Mateo, muerto en Etiopía; Marcos, arrastrado por las calles, hasta que murió; Lucas, ahorcado; Pedro y Simeón, crucificados; Andrés, atado a una cruz; Santiago, decapitado; Felipe, crucificado y apedreado; Bartolomé, desollado vivo; Tomás alanceado; Santiago el Menor, arrojado de lo alto del templo al pavimento, causándole la muerte; Judas fue asaeteado; Matías, apedreado, y Pablo, decapitado.
  3. Habían transcurrido ya más de cien años cuando estas cosas sucedieron.  Esta fiera persecución del judaísmo y el paganismo prosiguió durante dos o tres siglos más.  Con todo, la religión cristiana se propagó de una manera extraordinaria, por todo el imperio romano: Europa, Asia, Afrecha, Inglaterra, Gales y muchas otras partes donde había alguna civilización.  Las Iglesias se multiplicaban sobremanera, los discípulos acrecían continuamente; pero algunas Iglesias prosiguieron el error.
  4. La primera desviación de las enseñanzas del Nuevo Testamento comprendió el sistema de gobierno y la doctrina.
    Durante los dos primeros siglos, las Iglesias locales se multiplicaron rápidamente; y algunas de las más antiguas, como la de Jerusalén, la de Antioquia, Efeso, Corinto, etcétera, crecieron tanto, que llegaron a ser muy grandes; Jerusalén, por ejemplo, llegó a tener muchos millares de miembros (véase los Hechos 2:41; 4:4; 5:14); es probable que su número oscilase entre 25,000 y 50,000, o más.  Una persona que estudie atentamente el libro de los Hechos y las Epístolas verá que Pablo tuvo una formidable tarea en su tiempo para hacer que algunas Iglesias marchasen bien.  Véanse las profecías de Pedro y de Pablo tocante al futuro (2a de Pedro 2:12; Hechos 20:29-31.  Véase asimismo el Apocalipsis, cap. 2 y 3.)
    Estas grandes Iglesias tenían, por necesidad, muchos predicadores y presbíteros (Hechos 20:17).  Ello dio lugar a que algunos de los obispos o pastores comenzasen a asumir una autoridad que no les concedía el Nuevo Testamento, como la de ejercer autoridad sobre otras Iglesias más pequeñas.  Los tales obispos, con sus numerosos ancianos o presbíteros, comenzaron a enseñorearse de la heredades del Señor (Véase la 3ª ep. de Juan, 9). He aquí el comienzo de un error que ha tomado cuerpo y multiplicado muchos otros errores graves y peligrosos.  Aquí tenemos también el comienzo de las varias órdenes en el ministerio, las que fueron’ multiplicándose hasta alcanzar al número existente actualmente en el catolicismo y otros cuerpos religiosos.  Esto fue el punto de partida que acabó con la forma democrática de gobierno de la Iglesia, existente en las Iglesias primitivas.  Esta irregularidad, aunque en pequeña escala, comenzó a fines del siglo segundo.  Es probable que ésta haya sido la más grave desviación del orden eclesiástico del Nuevo Testamento.
  5. Otro cambio vital que, según se desprende de la historia, ha tenido lugar a fines del siglo segundo, es el relacionado con la gran doctrina de la salvación.  Los judíos, lo mismo que los paganos, habían sido enseñados, por muchas generaciones, a dar gran importancia a las ceremonias.  Habían llegado a mirar los tipos como anticipos, las sombras como sustancias reales; y las ceremonias como verdaderos agentes o medios de salvación.  Es lo que sucedió con el bautismo.  Sin duda, se dijeron: La Biblia habla mucho del bautismo.  En ella se hace mucho hincapié sobre ese ordenamiento y el deber de obedecerlo.  Seguramente que ello se debe a que ese ordenamiento tiene algo que ver con la salvación.  El resultado fue que en ese período la idea de la regeneración bautismal llegó a predominar en algunas Iglesias. (Shackelford Pág. 57; Camp, Pág. 47; Benedict, Pág. 286; Mosheiín, tomo 1 Pág. 134; Christian, Pág. 28).
  6. Otro grave error que comenzó a infiltrarse y que, según algunos historiadores, comenzó en este mismo siglo, y del que es dable decir fue una inevitable consecuencia de la idea de 1 regeneración bautismal, fue el del cambio de los sujetos de bautismo.  Y así, no bien se consideró a ese ordenamiento como agente o medio de salvación, se juzgó que cuanto más pronto se lo recibiese, tanto mejor.  Tal fue el origen del «bautismo infantil.» Antes de eso, los «creyentes,» y sólo los «creyentes,» eran considerados como los únicos sujetos propios de ese ordenamiento.
    Referente a la «aspersión» y la «afusión,» ninguna referencia se hace a ellas todavía, y ello en razón de que esas formas de bautizar fueron adoptadas mucho más tarde; pues los infantes eran sumergidos, al igual que los adultos, durante varios siglos.  Esa costumbre todavía prevalece entre los griegos ortodoxos (rama grandísima de la Iglesia Católica) hasta nuestros días, sin que jamás hayan cambiado la forma original de bautizar.  Verdad es que los griegos practican el bautismo infantil, pero también lo es el que nunca los han bautizado de otra manera que sumergiéndolos.
    Como algunos historiadores colocan el comienzo del bautismo infantil dentro de este siglo, citaré, como refutación, un corto párrafo de la obra «Investigaciones Eclesiásticas,» por Robinson: «Durante los tres primeros siglos, las congregaciones de todo el Oriente se mantuvieron como cuerpos independientes, sin recibir ayuda pecuniaria alguna del gobierno, y sin ejercer ningún poder o autoridad secular una sobre otra.  Durante todo este tiempo, esas Iglesias sólo bautizaban adultos, como lo denota el que aunque todos los padres de la Iglesia de los primeros cuatro siglos, hasta Jerónimo (3 1 O) eran griegos, sirios y africanos, y nos dejaron gran número de relatos del bautismo de adultos, con todo, no se halla ni uno siquiera del bautismo de un niño hasta el año de 370.» (Shackelford.  Compendio de la Historia de los Bautistas, p. 43; Vedder, p. 50; Christian, p. 31 -l Orchard, p. 50, etc.)
  7. Recuérdese que cambios semejantes a los mencionados aquí, no se hicieron en un día ni en un año, sino que se fueron realizando paulatinamente, y nunca en todas las Iglesias.  Algunas de ellas los repudiaron enérgicamente.  Tanto es así que el año 251  las Iglesias que se mantuvieron fieles rompieron la comunión con las que aceptaron v practicaron tales errores.  Esa fue la primera separación oficial efectiva entre las Iglesias.
  8. Debe advertirse que durante los tres primeros siglos tuvieron lugar tres importantes cambios vitales, en las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles.  También tuvieron lugar algunos significativos sucesos.

Nótese esta sumaria recapitulación:
 

(1) El cambio de la idea neotestamentaria del obispo y del gobierno eclesiástico.  Este cambio fue rápido, oficial, definitivo y dañoso.

(2) El cambio de las enseñanzas del Nuevo Testamento tocante a la regeneración, por la «regeneración bautismal.»

(3) El cambio del «bautismo de creyentes» por el «bautismo infantil.» (Este último, sin embargo, no se hizo general ni muy frecuente por más de un siglo.)
 

  1. La «regeneración bautismal» y el «bautismo infantil.» Estos dos errores, según el categórico testimonio de la historia, causaron más derramamiento de sangre de cristianos en el transcurso de los siglos que todos los otros errores combinados, o probablemente que todas las guerras (no relacionadas con las persecuciones), si se exceptúa la reciente guerra mundial (1914-1918).  Sí; más de cincuenta millones de cristianos sufrieron el martirio, principalmente por haber rechazado estos dos errores durante el sombrío período de la Edad Media, esto es, en el lapso de doce o trece siglos.
  2. La historia nos refiere que durante estos tres primeros siglos existían en la gran mayoría de las Iglesias estos tres significativos hechos:

(1)      La separación e independencia de las Iglesias.

(2)      La subordinación de los obispos o pastores a la Iglesia.

(3)      El bautismo de creyentes únicamente.
 

Citaré a Mosheim, el más grande de todos los historiadores luteranos, tomo 1, Págs. 71 y 72: «Quien quiera que suponga que los obispos del Siglo de Oro de la Iglesia eran semejantes a los de los siglos posteriores, no hará sino una mezcla y confusión de caracteres muy diferentes, porque en este y el siguiente siglo, un obispo tenía a su cargo una sola Iglesia, que ordinariamente podía reunirse en una casa particular; tampoco era su amo o señor, sino sólo su ministro o servidor.  En estos tiempos primitivos, todas las Iglesias eran independientes, es decir, que ninguna estaba sujeta a la jurisdicción de otra.  Pues aunque las Iglesias que habían sido fundadas por los apóstoles habían honrado a éstos, consultándolos en casos dudosos, sin embargo, no tenían ni autoridad judicial, ni dominio sobre ellas, ni facultad para dictarles leyes.  Por el contrario, tan evidente es que las Iglesias tenían iguales derechos, como la luz de mediodía, desde que se encontraban en el mismo pie de igualdad.»
 

  1. Sin embargo, hasta este período, el cristianismo, no obstante sus muchas y graves persecuciones, se había propagado maravillosamente, hasta el punto de extenderse hasta más allá del imperio romano, con el resultado de que casi todo el mundo habitado había oído el Evangelio.  Es más; según algunos historiadores eclesiásticos, muchas de las iglesias fundadas por los apóstoles se hallaban en esta época todavía intactas, y fielmente adheridas a las enseñanzas apostólicas.  Sin embargo, como ya se ha dicho, un número de grandes y dañosos errores habían penetrado y perpetuándose en no pocas iglesias, lo que hizo qué el estado de algunas fuese muy irregular.
  2. En este período, las persecuciones fueron cada vez más fieras.  A principios del siglo cuarto, es quizá cuando aparece el primer edicto gubernamental contra los cristianos.  Este se dio a la publicidad el 24 de febrero de 303, D. de C. Hasta ese entonces, el paganismo, a lo que parece, había perseguido a los cristianos sin que ninguna ley lo ordenara.
  3. Pero ese edicto fracasó de tal manera en su propósito de detener el progreso del cristianismo, que el mismo emperador, Galerio, que lo había promulgado, publicó otro, ocho años más tarde, en 31 1, revocando el primero, y concediendo a los cristianos la debida tolerancia para practicar su religión.  Es probable que este edicto haya sido el primero en favorecerlos.
  4. A principios del año de 313, el cristianismo alcanzó una señalada      victoria sobre el paganismo, con motivo de haber ascendido  al solio imperial de los Césares un nuevo emperador.
    Este, que no era otro que Constantino, no tardó en caer en la cuenta de que el cristianismo poseía un misterioso poder, al continuar propasándose, a despecho de las persecuciones.
    Cuenta la historia que ese monarca tuvo una maravillosa visión.  Se dice que vio en el cielo una cruz de fuego, y sobre ella estas ígneas palabras: «Con ésta vencerás.» El las interpretó en el sentido de que debía hacerse cristiano.  Vio asimismo que de hacer eso y renunciando al paganismo, y uniendo al poder temporal del imperio romano el poder espiritual de la religión cristiana, el mundo sería fácilmente conquistado.  De ese modo la religión cristiana llegaría a ser de hecho la religión del mundo entero, y el imperio romano, un imperio universal.
  5. Todo esto dio lugar a una tregua, a un cortejo y a un maridaje entre el imperio romano y la religión cristiana, mediante la intervención del emperador.  Las palabras de este contrato matrimonial fueron éstas: «Dadnos vuestro poder espiritual, y nosotros os daremos nuestro poder temporal.»
  6. Para efectuar y consumar esa impía unión, se convocó a un concilio.  Esa convocatoria tuvo lugar el año 313; por ella se invitaba a las iglesias cristianas o a sus representantes a esa asamblea.  Muchas fueron las que acudieron, aunque no todas, al llamado.
    Resultado: que no sólo se consumó la alianza entre la Iglesia y el Estado, sino que se creó una Jerarquía, la cual, al organizarse, destronó a Cristo como cabeza de las Iglesias, y entronizó al emperador Constantino (aunque sólo temporalmente) en lugar de Cristo, como cabeza de la Iglesia.
     
  7. La Jerarquía fue el principio exacto de un proceso que trajo como resultado final lo que ahora se conoce como la Iglesia católica o universal.  Cabría decir de ella que su exacto comienzo tuvo lugar a fines del siglo segundo y comienzos del tercero, cuando las nuevas ideas acerca de los obispos y el gobierno prelaticio de la Iglesia comenzaron a perfilarse.
  8. Téngase muy presente que cuando Constantino convocó el concilio, hubo muchos cristianos (bautistas) y muchas Iglesias que rehusaron acudir, por ser contrarios a todo maridaje entre la Iglesia y el Estado, al gobierno religioso centralizado y al gobierno jerárquico o de prelados, por ser eso opuesto al gobierno congregacional.  Ni esos cristianos (bautistas) ni esas Iglesias se embanderaron ni entonces ni más tarde en la jerarquía de la denominación católica.
  9. Cuando se creó esa jerarquía, Constantino, que fue reconocido como cabeza de ella, aun no era cristiano.  Había convenido en serlo, sí, pero como las extraviadas e irregulares Iglesias que habían entrado con él en esa organización habían adoptado el error de la generación bautismal, surgió en el ánimo del emperador una tremenda duda: «Si yo soy salvo – se dijo de mis pecados mediante el bautismo, ¿cómo me salvaré de los que pueda cometer después de bautizarme?  «Es decir, que suscitó una cuestión que ha confundido a todas las generaciones subsiguientes: ¿Puede el bautismo lavar los pecados aún no cometidos? 0, ¿se lavan los pecados cometidos antes del bautismo mediante un procedimiento, a saber, el bautismo, y los cometidos después, mediante otro?
  10. No pudiendo resolver satisfactoriamente las muchas cuestiones que surgieron de su mente, Constantino decidió, finalmente, unirse a los cristianos, pero aplazando su bautismo hasta el momento de su muerte, a fin de que todos sus pecados pudieran ser lavados de una vez.  Tal fue la directiva que siguió; de ahí que no fuese bautizado sino hasta poco antes de morir.
  11. La conducta de Constantino de repudiar la religión pagana, que era la de todo el imperio, para aceptar la cristiana, le granjeó el desagrado del Senado romano, el cual repudió su proceder, o, cuando menos, se opuso a él.  Esa oposición del Senado indujo a Constantino a trasladar la capital del imperio de Roma a Bizancio, una antigua ciudad, que él reedificó, y a la que llamó Constantinopla, en honor suyo.  El resultado fue que hubo dos capitales del imperio: Roma y Constantinopla.  Estas dos ciudades, que fueron rivales por muchos siglos, llegaron a ser más tarde el asiento de la autoridad religiosa de la Iglesia católica, dividida en dos ramas: la griega y la romana.
  12. Hasta el establecimiento de la jerarquía y la unión de la Iglesia y el Estado, todas las persecuciones fueron realizadas, ya por el judaísmo, ya por el paganismo.  Ahora se produce un tremendo cambio: los cristianos (de nombre) comienzan a perseguir a los cristianos que disienten de ellos.
    Constantino, que desea que todos los cristianos compartan con él su idea de una religión del Estado, comienza a echar mano de su poder imperial para compeler a los muchos creyentes que, por razones de conciencia, se oponen a esta grave desviación de las enseñanzas del Nuevo Testamento.
    Tal fue el comienzo de los días y años, y aun siglos, de dura y fiera persecución contra todos los cristianos que se mantuvieron leales a las enseñanzas originales de Cristo y sus apóstoles.
  13. Téngase presente que estamos refiriendo sucesos que ocurrieron entre los años 300 y 500 D. de C.
    La jerarquía, establecida bajo la dirección de Constantino, se transformó rápidamente en lo que ahora se conoce como la Iglesia católica.  Esta recién transformada Iglesia, unida al poder temporal, ya no es sencillamente un elemento ejecutivo para cumplir las perfectas leyes del Nuevo Testamento, sino que comenzó a asumir un carácter legislativo, que corrige o anula las antiguas leyes o promulga otras nuevas completamente desconocidas para el Nuevo Testamento.
  14. Una de sus primeras disposiciones legislativas, y de las que más subversivos resultados produjeron, fue el establecimiento por ley del bautismo infantil.
    En virtud de esta nueva ley, «el bautismo infantil» se hizo obligatorio.  Esto ocurrió el año 416.  Un siglo antes de esto, no era frecuente el bautismo de niños.  Pero no bien esta nueva ley fue hecha efectiva, fueron abrogadas dos leyes vitales del Nuevo Testamento, a saber: «el bautismo de creyentes» y la «obediencia voluntaria del candidato al mismo.»
  15. Como consecuencia inevitable de esta nueva doctrina y esta nueva ley, estas extraviadas Iglesias pronto se llenaron de miembros inconversos.  El resultado fue que no pasaron muchos años antes de que la mayoría de los miembros se compusiese de inconversos.  Este estado de cosas hizo que los grandes intereses del gran reino espiritual de Dios estuviesen en manos de elementos no regenerados. ¿Qué podía esperarse de esta situación?
  16. Desde luego, los creyentes y las Iglesias leales rechazaron esta nueva ley; pues para ellos, la única ley válida era la del bautismo de creyentes, por ser el único bautismo neotestamentario. Y así, no sólo rehusaron bautizar a sus hijos, sino que, creyendo, como creían, en el bautismo de creyentes, rehusaron el bautismo administrado por las Iglesias de esta anti-escritural organización.  Por manera que si uno de los miembros de esas Iglesias extraviadas deseaba unirse a alguna de las que habían rehusado plegarse a la nueva organización, se le exigía que diese pruebas de genuina conversión, y se rebautizase.
  17. Esta conducta de parte de las Iglesias leales pronto incurrió en el furibundo desagrado de los devotos de la religión del Estado, muchos de los cuales, si no los más de ellos, no eran genuinos cristianos.
    Sin embargo, a partir de ese momento, se les negó el nombre de «cristianos» a los que integraban las Iglesias leales que rehusaban aceptar los nuevos errores.  Es más: no sólo fueron despojados de ese nombre, sino que se les puso muchos otros nombres, de manera que unas veces eran llamados por uno, y otras por otro; y así se les llamó «: montañistas,» «tertulianistas,» «novacianos,» «petrobrusianos,» etc.; y algunos, al menos, a causa de su práctica de rebautizar a los que habían sido bautizados en la infancia, fueron denominados «anabaptistas.»
  18. El año 426, exactamente diez años después de haberse establecido con fuerza de ley el Bautismo infantil, comenzó el horrible período conocido como la Edad Media. ¡Qué horrible período fue ese! ¡Cuán tenebroso y sangriento fue!  Durante diez siglos, a partir de ese entonces, el rastro del cristianismo leal se halla regado por su misma sangre.  Hay muchos nombres llevados por los perseguidos.  A veces esos nombres les fueron dados debido a algún jefe heroico que los acaudillaba; y otras debido a otras causas.  Ocurría a veces que el mismo pueblo era designado en cada país con distinto nombre.
  19. Fue a principios de la Edad Media cuando comenzó el papado, en la persona de León 11, 440-46 1. No fue, sin embargo, entonces cuando se usó por primera vez el título de papa.  Ese título, lo mismo que el de Iglesia católica, fue ampliado.  El nombre aparece por primera vez aplicado al obispo de Roma, entre 296 y 304.  El primero en adoptarlo formalmente fue Siricio, obispo de Roma de 384 ‘k 408.  Luego fue adoptado oficialmente por León II, 440-461.  Después fue universalmente reivindicado por todos los obispos, 707, hasta que Gregorio VII, unos siglos más tarde, declaró que ese título era exclusivo del papa.
  20. Recapitulemos ahora los sucesos más significativos de este primer período de quinientos años:

(1)     El cambio gradual del gobierno democrático por uno de carácter prelaticio.

(2)     El cambio de la salvación por gracia por la salvación bautismal.

(3)     El cambio del bautismo de creyentes por el bautismo infantil.

(4)     La Jerarquía.  Maridaje de la Iglesia y el Estado.

(5)     La capital del imperio trasladada a Constantinopla.

(6)     El bautismo infantil establecido por ley, y declarado obligatorio.

(7)     Los cristianos comienzan a perseguir a los cristianos.

(8)     La Edad del oscurantismo comenzó en 426.

(9)     La espada y la tea, más bien que el Evangelio, llegan a ser el poder de Dios (? ) para salvación …

(10)   Todo resto de «libertad religiosa» acaba por morir; se la entierra, y enterrada queda por varios siglos.

(11)   Las Iglesias leales al Nuevo Testamento, conocidas por muchos nombres, son perseguidas sin tregua ni descanso por el poder temporal de la nueva Iglesia católica.

Restos de creyentes que se hallan dispersos por todo el mundo, buscan refugio (poco seguro) en los lugares más ocultos de los bosques, las montañas, los valles, los escondrijos y cavernas de la tierra.
 

DISERTACIÓN SEGUNDA

  1. Hemos terminado la primera disertación en el siglo quinto.
    Sin embargo, un buen número de sucesos que no se mencionaron el la primera disertación tuvieron su principio en las primeras centurias de nuestra era. Hemos llegado al hórrido período, designado por la historia universal como la Edad Media o del oscurantismo.  Porque fue de veras una época tenebrosa, sangrienta y hórrida en extremo.

Las persecuciones de la Iglesia Católica Romana fueron crueles y continuas.  La guerra de exterminio que prosiguió sin interrupción y de una manera implacable en muchos países, hizo que muchos creyentes huyesen a otras tierras, no dejando tras sí más que un reguero de sangre, por doquiera que iban.  Esto se vio especialmente en Inglaterra, Gales, Afrecha, Armenia y Bulgaria, y donde quiera que había cristianos que se mostraban sincera y rigurosamente leales al Nuevo Testamento.

  • Volvamos ahora nuestra atención a los concilios llamados «Ecuménicos» o imperiales.
    Conviene tener presente que todos esos sínodos se celebraron a semejanza del de Jerusalén (véase Hechos 1 S: l), celebrado por los apóstoles y otros; pero es probable que no haya habido nada más diferente que éstos de aquél, a pesar de llamarse concilios. Fijaremos nuestra atención ahora tan sólo en ocho de ellos, los que fueron convocados por los emperadores; no por los papas.

Todos estos concilios fueron celebrados en Oriente, es decir, por Iglesias del rito griego, si bien asistieron a ellos representantes de la rama occidental o romana de la Iglesia.

  • El primero de esos concilios se celebró en Nicea, en 325, convocado por Constantino el Grande, al que asistieron 318 obispos. El segundo fue el de Constantinopla, celebrado en 381, convocado por el emperador Teodosio el Grande.  A éste asistieron 150 obispos. (Téngase presente que en los primeros siglos del cristianismo, los obispos no eran otra cosa que los pastores de las iglesias locales.) El tercero fue convocado por Teodosio II y, Valentiniano III. A éste concurrieron 250 obispos, siendo celebrado en Efeso, en 43l. El cuarto se celebró en Calcedonia, en 451, convocado por el emperador Marciano; concurrieron a él entre 500 y 600 obispos o metropolitanos (éstos eran pastores de ciudades principales o pastores de las principales Iglesias.) En este concilio fue promulgada la doctrina de lo que ahora se conoce como mariolatría, es decir, el culto de María, la madre del Señor.  Al principio, esta doctrina causó mucha agitación; pues muchos opusieron a ella serios reparos.  Con todo, acaba por imponerse como doctrina o dogma permanente de la Iglesia católica. El quinto de estos ocho concilios se realizó en Constantinopla.  Este fue el segundo celebrado en aquella ciudad.  Lo convocó Justiniano, el año 553, al que asistieron 165 obispos.  A lo que parece, fue celebrado principalmente para condenar ciertos escritos. El sexto concilio fue convocado en 680 por Constantino Pogonato, y celebrado, como el anterior, en Constantinopla, para condenar la herejía.  Este concilio condenó también al papa Honorio, al que depuso y excomulgó.  Desde luego, la infalibilidad aún no había sido declarada. El séptimo concilio se reunió en Nicea, el año 787.  Fue éste el segundo celebrado en esa ciudad.  Fue convocado por la emperatriz Irene.  Al parecer, fue en este concilio donde se originó el «culto de las imágenes:?’ y de los «santos.» Como podéis verlo, esos «padres» se hicieron más paganos que cristianos. El último de los llamados «concilios orientales» convocados por los emperadores, tuvo lugar en Constantinopla, el año 869.  Fue convocado por el emperador Basilio I, el Macedonio. La Iglesia católica pasaba a la sazón por una seria dificultad, causada por la controversia suscitada entre las dos cabezas de una y otra rama del catolicismo (la oriental y la occidental, o sea la griega y la latina), a saber, Focio, de Constantinopla y Nicolás 1, de Roma.  Tan grave fue la contienda que los dos se excomulgaron mutuamente, de suerte que, durante un corto tiempo, el catolicismo estuvo sin cabeza. El objeto del concilio fue, de consiguiente, el de arreglar ese asunto, a ser posible.  Pero tan definitiva fue esa ruptura entre las dos-ramas de catolicismo, que hasta la hora presente no ha sido posible restablecer la armonía entre ambas Iglesias.  Todos los intentos hechos en ese sentido han fracasado completamente. Desde ese entonces, el poder de la curia romana ha ido en aumento.  Desde esa época en adelante, ya no son los emperadores los que convocan los concilios, sino los pontífices romanos. Tocante a los concilios posteriores, nos ocuparemos de ellos más tarde, en el curso de estas disertaciones.
  • Hay una nueva doctrina a la cual hemos dejado de llamar la atención.  Sin duda que también hay otras que se hallan en el mismo caso, pero hay una especialmente, a la que quiero llamar vuestra atención, y esa es la de la «Comunión infantil.» En efecto, a los niñitos no sólo se les bautizaba y recibía en la Iglesia, sino que se los suponía capaces de participar de la Cena del Señor. Pero el problema que se planteaba era de cómo se la podría administrar.  Al fin, se lo resolvió mojando el pan en el vino.  Tal fue la forma que se observó por mucho tiempo. Algo más tarde, se añadió otra nueva doctrina a la anterior, cual era la de que había otro medio de salvación.  Pero como posteriormente apareció otra nueva enseñanza, volveremos a referirnos a esta última, algo más tarde.
  • En el concilio de Calcedonia, celebrado en 451, se añadió otra doctrina enteramente nueva, que acrecentó rápidamente la «a, a saber, la doctrina, llamada mariolatría o culto a María, la Madre de Jesús. Parece que se sintió la necesidad de un nuevo mediador, a causa de estimarse demasiado grande la distancia entre Dios y los hombres para que bastase un solo mediador, aun cuando ése lo fuese Cristo, Hijo de Dios y Dios hombre.  Y así se consideró que se necesitaba de María, como otra mediadora; con lo cual se le dirigieron oraciones y ruegos, a fin de que ella, a su vez, se los dirigiera a Cristo.
  • En el siglo octavo, se añadieron a la fe católica otras dos nuevas doctrinas, las que fueron promulgadas en el segundo concilio celebrado en Nicea, el que tuvo lugar el año 787. El primero que allí se celebró se le designó como el concilio del «culto de las imágenes,» una abierta violación de uno de los mandamientos divinos, que dice: «No harás para ti ninguna imagen o semejanza» . . . (Éxodo 20:3-5).  Fue esa otra añadidura del paganismo, a la que luego siguió la del «culto de las santos.» Esta doctrina no tiene base bíblica alguna.  El único ejemplo de súplica dirigida a un santo que hallamos en la Biblia, dado sin duda para mostrar lo necio de semejante pedido, es la que el rico dirigió a Abraham (Lucas 16:24-3 l).  Estos son algunos (no todos) de los numerosos cambios revolucionarios que se hicieron tocante a las enseñanzas del Nuevo Testamento en ese período de la Historia Eclesiástica.
  • Durante el período que acabamos de recorrer, los perseguidos fueron llamados por muchos y variados nombres, como donatistas, petrobrusianos, cátaros, paulicianos y anabaptistas.  Algo más tarde, fueron llamados amoldistas, enriqueños, albigenses y valdenses.  A veces uno de estos grupos sobresalía sobre los demás, y otras, otro.  Pero algunos de ellos casi siempre se destacaron a causa de lo persistente y terrible de la persecución.
  • Pero no se vaya a pensar, sin embargo, que todos estos perseguidos hayan sido siempre leales en todo sentido a las enseñanzas de¡ Nuevo Testamento.  En lo esencial, sí lo fueron.  Y algunos, si se tienen en cuenta las circunstancias que los rodeaban, fueron sorprendentemente fieles.  Téngase presente que muchos de ellos sólo poseían en aquellos lejanos tiempos partes del Nuevo o del Viejo Testamento; pues como los sagrados libros no estaban ¡impresos, sino manuscritos en pergamino o algo por el estilo, eran grandes y voluminosos.  Ello hacía que fuesen pocas – si es que había alguna – las familias y hasta las simples Iglesias que tenían ejemplares completos de la Biblia.  Antes de la formal terminación del canon, lo cual ocurrió a fines del siglo cuarto, había muy pocos manuscritos de todo el Nuevo Testamento.  De los mil de ellos de que tenemos noticia, sólo unos treinta contienen todos los libros de que consta el Nuevo Testamento.
  • Además, durante toda la Edad Media y el período en que arreciaron las persecuciones, se hicieron grandes esfuerzos por destruir las Sagradas Escrituras, sin excluir los ejemplares que poseían los propios perseguidos.  De ahí que esas víctimas de la persecución tuviesen, en muchos casos, únicamente algunos fragmentos de la Biblia.
  • Conviene también advertir que en aras de impedir la difusión de opiniones contrarías a las de los católicos, se hicieron planes y se tomaron medidas en ese sentido.  Como primera providencia, se dispuso que todos los escritos sin distinción fuesen recogidos y quemados.  Esta medida se aplicó especialmente a los libros, lo que se hizo con todo rigor y persistencia, por espacio de varios siglos.  Tal fue, según la historia, la causa principal de que sea tan difícil lograr datos históricos exactos.  Además, todos los escritores y predicadores que se mostraron inflexibles sufrieron el martirio.  Ese período fue sobremanera sanguinario; tanto, que todos los grupos heréticos (así eran llamados) que persistían en sus opiniones, no importa cuál fuese su nombre ni dónde viviesen, eran perseguidos. Los donatistas y los paulicianos se distinguieron entre los primeros grupos. Los católicos, por extraño que parezca, a todos los que se negaban a hacer causa común con ellos en su desviación de la fe y a creer en sus errores, los denunciaban como herejes y como a tales los condenaban. Esos católicos llegaron al extremo de llegar a ser más paganos y judíos que cristianos, mostrándose más sumisos al poder civil que al religioso; es más: en vez de observar las antiguas leyes, crearon otras nuevas.
  • He aquí algunas de las nuevas variaciones que se produjeron acerca de las enseñanzas del Nuevo Testamento durante todos esos siglos.  Es probable que no siempre se den en el orden del tiempo de su promulgación.  En efecto, ocurriría a veces que sería casi imposible lograr la fecha exacta del comienzo de estos cambios.  Ha ocurrido con ellos, sin duda, algo semejante a todo el sistema católico; desde que son efectos de un desarrollo gradual.  Sus doctrinas o enseñanzas estuvieron sujetas, en los primeros años, a un constante cambio, mediante adiciones, sustracciones, o sustituciones o anulaciones.  El resultado fue que la Iglesia católica ya no era, dado que alguna vez lo fuese, una Iglesia neotestamentaria.  Tampoco era ya un cuerpo meramente ejecutivo, para cumplir las leyes de Dios, sino que se había convertido en uno de carácter legislativo, que hace otras nuevas, y que cambia o abroga las antiguas a su gusto y paladar.
  • Una de sus nuevas doctrinas o declaraciones dadas a conocer por ese entonces, fue ésta: «Fuera de la Iglesia no hay salvación.» Como, según ellos decían, no había otra Iglesia que la católica, se seguía que había que ser católico, o de lo contrario, perderse.
  • La doctrina de las indulgencias y la venta de las mismas constituyó otra nueva y grave desviación de las enseñanzas del Nuevo Testamento.  Pero con la mira de que esa nueva enseñanza fuese hecha efectiva, fue preciso introducir todavía, con carácter imperativo, otra nueva doctrina, a saber, la de abrir un gran crédito en el cielo, pero accesible a la tierra.  Y así se enseñó que las «obras buenas» poseían mérito para el logro de la salvación.  Que ese crédito o depósito se podía acrecentar depositando algo a cuenta en él, del que también algo se podría sacar o extraer. La primera y más importante suma que figuraba en ese crédito de los cielos era, desde luego, la obra de Jesús.  Como él nunca hizo mal alguno, no necesitó ninguna de sus obras buenas para sí mismo, con el resultado de que todas ellas fueron a acrecentar el aludido depósito.  Luego, en adición a eso, se agregaron todos los sobrantes de las buenas obras que cada uno de los apóstoles pudo necesitar para sí mismo, así como el exceso de las hechas por la gente piadosa de las futuras generaciones, con lo cual se formó un enorme depósito. Formado ese enorme fondo de «buenas obras,» y puesto a la orden de la Iglesia, ésta pudo disponer de él según lo requirieran las necesidades de algún pobre y mortal pecador, echando mano de aquel crédito, tanto cuanto la prudencia lo aconsejase, en beneficio del que lo necesitara.  Tal es el origen de la venta de las indulgencias. La gente las podía comprar, ya para sí misma, ya para sus amigos y hasta para los deudos difuntos.  Los precios variaban en proporción a la falta cometida, o que hubiese de someterse.  Esos precios llegaron a veces a extremos increíbles, como lo admiten los mismos católicos.  Algunas historias o enciclopedias dan una lista de los precios fijados según los diversos pecados para la remisión de los cuales se vendían las indulgencias.
  • Todavía fue necesaria otra nueva doctrina, sí, imperativa, para hacer las dos últimas completamente efectivas.  Esa nueva doctrina es la del llamado purgatorio, un lugar de estado intermedio entre el cielo y el infierno, al cual todos deben de ir para purificarse de todo pecado que no sea mortal.  Aun los «santos» deben pasar por el purgatorio y permanecer en él hasta ser enteramente purificados por el fuego, excepto que logren ayuda procedente del ante dicho crédito, cosa que sólo pueden lograr mediante las, oraciones y el lucro de indulgencias que hagan y lucren los vivos en favor de ellos.  De ahí la venta de indulgencias.  Es inútil; una desviación de las enseñanzas del Nuevo Testamento siempre conduce inevitablemente a otras.
  • Detengámonos ahora un momento para mostrar cuales sean las principales diferencias entre los católicos romanos y los griegos:

(1)    En cuanto a nacionalidad, los griegos son principalmente esclavos, los que comprenden Grecia, Rusia, Bulgaria, Serbia, etc.  Los romanos son principalmente latinos; esta Iglesia domina en Italia, Francia, España, y la América del Sur, la Central, México, etc.

(2)    Los católicos griegos rechazan el bautismo por aspersión  o afusión; los romanos, en cambio, practican la aspersión únicamente, pretendiendo que tienen derecho a cambiar la forma original bíblica, que era la inmersión.

(3)     Los griegos continúan practicando la comunión infantil; los romanos la han abandonado, aunque la enseñaron en otro tiempo, como medio de salvación.

(4)    Los griegos administran la comunión en ambas especies a los laicos, dándoles no sólo el pan, sino también el vino; los romanos solos les dan el pan; el vino sólo lo toman lo sacerdotes.

(5)    Los griegos tienen sacerdotes casados; los romanos prohíben a sus sacerdotes contraer matrimonio.

(6)    Los griegos rechazan el dogma de la infalibilidad papas; los romanos no sólo la aceptan, sino que insisten e defenderla.
 

Tales son los principales puntos en que difieren esas dos Iglesias; fuera de eso, podrían marchar unidas.  Otras diferencias entre ambas Iglesias, son: (1) Los griegos celebran sus oficios EN LENGUA VULGAR; (2) No creen en la existencia del PURGATORIO; (3) Emplean en la comunión PAN LEUDADO; y (4) No tienen en sus templos IMAGENES DE TALLA, sino cuadros o pinturas.
 

  1. Hemos llegado, en nuestras disertaciones, al siglo noveno. Principiaremos ahora con el décimo.  Es precisamente en ese siglo cuando tuvo lugar la separación entre las Iglesias griega y romana.  Pronto veréis, a través de los siglos, otras nuevas leyes y doctrinas, así como nuevas y encarnizadas persecuciones. (Véase Schaff-Hersogg, tomo II, página 901) 
  2. Llamo de nuevo vuestra atención a aquellos a quienes atrapó la mano de hierro de la persecución. Si, como parece aseverar la historia, perecieron cincuenta millones, víctimas de las persecuciones, durante los mil doscientos años de la Edad del Oscurantismo, entonces murieron a razón cuatro millones cada cien años.  Tal cifra casi sobrepasa los límites de lo concebible.  Como ya se ha dicho, esa mano de hierro, chorreando sangre de mártires, cayó implacable sobre lo paulicianos, los arnoldistas, los enriqueños, los petrobrusianos, lo albigenses, los valdenses y los anabaptistas; y desde luego, sobre algunos otros, se mostró mucho más dura.  Pero pasaremos rápidamente por esta horrorosa parte de nuestra historia.
  3. Hemos llegado a otro período bastante largo d concilios ecuménicos, pero éstos no fueron ni continuos consecutivos. Con el correr de los años, hubo muchos concilios que n fueron ecuménicos ni siquiera imperiales o de todo el imperio. Esos concilios fueron en gran parte cuerpos legislativos, para dictar alguna ley civil o religiosa (? ), o reformarla.  Pero ya se trata de la legislación o de las mismas leyes, una y otras están en abierta oposición al Nuevo Testamento. Recuérdese que tales actos fueron realizados por una Iglesia sostenida por el Estado, la que vive en conturbenio con un gobierno pagano, con el resultado de que se ha paganizado más allá de lo que el gobierno se ha cristianizado.
  4. Cuando un pueblo desecha el Nuevo Testamento, que contiene todas las normas necesarias para dirigir la vida cristiana del individuo y de la Iglesia, ese pueblo se ha suicidado, arrojándose a un piélago sin límites. Toda ley errónea – y una ley añadida a la Biblia siempre es errónea – muy presto (sin que sea posible evitarlo’) exigirá que se añada otra, luego otra, después otra, sin solución de continuidad.  Por eso fue que Cristo no dio a sus Iglesias ni a sus predicadores poderes legislativos.  Es más: es por eso que el Nuevo Testamento termina con estas significativas palabras: «Yo protesto a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Que si alguno añadiere a ellas cualquier cosa, Dios descargará sobre él las plagas escritas en este libro.  Y si alguno quitare cualquier cosa de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en el libro.» (Apocalipsis, 22:18-19) Nota: Insertamos aquí, como entre paréntesis, esta cláusula, a manera de admonición: Que las Iglesias bautistas tengan cuidado con las resoluciones disciplinarias o de otra naturaleza que suelen aprobarse a veces en sus conferencias, por el peligro que se corre de que a esas resoluciones se las considere como normas para el gobierno de la Iglesia.
  5. Los extremados límites de este librito excluyen la posibilidad de extendemos acerca de estos concilios o asambleas legislativas; con todo, fuerza será que digamos algunas cosas acerca de ellos.
  6. El primero de los concilios lateranenses u occidentales, convocados por los papas, fue convocada por Calixto II, en 11 23.  Estuvieron presentes alrededor de 300 obispos.  En esta asamblea se decretó el celibato de los sacerdotes católicos romanos.  Desde luego, no intentaremos exponer todo lo tratado en estas asambleas.
  7. Años más tarde, en 1139, bajo el pontificado de Inocencio II, se convocó otro de estos concilios, especialmente para condenar a dos grupos de devotísimos cristianos, conocidos como petrobrusianos y amoldistas.
  8. Alejandro III convocó todavía otro, en 1179, cuarenta años después del anterior.  En él fueron condenados lo que ellos llamaron los «errores e impiedades» de los valdenses y de los albigenses. 
  9. Treinta y seis años exactamente después del último, se convocó a otro, por el papa Inocencio III.  Este se celebró en 1215, siendo, según parece, el más concurrido de estos grandes concilios.  Según la historia de esta asamblea, «estuvieron presentes en ella 412 obispos, 800 abades y priores, embajadores de la corte bizantina, y un gran número de príncipes y nobles.» Por lo abigarrado de esta asamblea, ya podéis comprender que no fueron asuntos espirituales únicamente los que en ella se trataron.

En aquel entonces se promulgó la nueva doctrina de la «transustanciación» que pretende convertir el pan y el vino de la cena del Señor en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo, después que el sacerdote pronuncia las llamadas palabras sacramentales.  Fue esta doctrina, entre otras, la que, siglos más tarde, sacudió a los adalides de la Reforma.  Según ese dogma, todos los que participan de la comunión, comen realmente el cuerpo de Cristo, y beben su sangre.

 En esta asamblea parece que se originó un nuevo dogma, el de la confesión auricular, consistente en la obligación de confesar los pecados de uno al oído del sacerdote.

Pero es probable que la más cruel y sanguinaria institución que registra la historia de la humanidad, impuesta jamás a un pueblo, sea la conocida como la «Inquisición,» así como otros tribunales destinados a averiguar y juzgar los casos de «herejía.»

El mundo está lleno de libros que condenan esa extrema crueldad.  Sin embargo, esa institución se originó y perpetuó por gente que pretende ser guiada por el Señor.

Por lo que respecta a su barbarie, parece que no hay nada, absolutamente nada, en toda la historia, que la sobrepase.  Tan bárbara ha sido, que yo no me atrevería a describirla.  Me limitaré, pues, a remitir a mis lectores a algunos de los numerosos libros que tratan de la «Inquisición,» a fin de que se enteren por sí mismos.

 Pero como si no fuese ya bastante con la anterior, esta asamblea o concilio decretó expresamente la extirpación de toda «herejía.» ¡Cuántas páginas luctuosas contiene la historia del mundo, escritas a causa de esos horribles decretos!
 

  1. En 1229, catorce años justos después de esa terrible asamblea, tuvo lugar otra más.  Esta parece que no fue ecuménico.  Se la conoce como el concilio de Tolosa.  Probablemente, uno de los asuntos más vitales de toda la historia del catolicismo fue promulgado en esta reunión.  En efecto, se decretó que la lectura de la Biblia, el libro de Dios, se prohibiese a todos los laicos, excepto a los sacerdotes o altos signatarios de la Iglesia. ¡Qué decreto tan extraño en vista de la clara enseñanza de la Palabra Divina, que dice: «Escudriñad las Escrituras, porque en ellas creéis tener la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí.» (Juan 5:39)
  2. Todavía se convocó a otro concilio que habría de reunirse en la ciudad de Lión.  Lo convocó el papa Inocencio IV, en 1245.  El objeto por el cual fue convocado parece que fue principalmente para excomulgar al emperador Federico I de Alemania. La Iglesia, la esposa infiel, que aceptó vivir en contubernio con el Estado en 313, en días de Constantino el Grande, se halla convertida ahora en ama de casa, y como tal dicta normas políticas a los gobiernos, a la vez que pone reyes y reinas, o bien los depone, a su voluntad.
  3. En 1274, fue convocado otro concilio, con la mira de reunir de  nuevo las dos ramas, griega y romana, de la gran Iglesia católica. Pero fracasó completamente en lograr su propósito.

TERCERA DISERTACIÓN 
1400-1600
 

  1. Los tres siglos: quince, dieciséis y diecisiete, figuran entre los más memorables de la historia de la humanidad, y muy especialmente, de la historia del cristianismo.  Dentro de la Iglesia católica, tanto en la rama latina como en la griega, hubo una continua revolución, cuyo objeto era el de lograr una reforma.  Este despertar de la conciencia religiosa, después de haber dormido por tanto tiempo, y el anhelo de una genuina reforma, comenzó, en realidad, en el siglo trece, y hasta es posible que comenzase un poco antes.  La historia parece realmente insinuarlo así.
  2. Retrocedamos un poco.  La Iglesia católica, con sus innumerables desviaciones de las enseñanzas del Nuevo Testamento, sus muchas extrañas y crueles leyes, su estado moral, desesperadamente bajo, así como sus manos y ropas bañadas con la sangre de millones de mártires, se había vuelto odiosa y sumamente repulsiva aún para muchos de sus mismos adherentes, los cuales eran mucho mejores que su propio sistema de leyes, doctrinas y prácticas. Varios de los mejores y más valientes y espirituales sacerdotes y dirigentes procuraron, uno tras otro, con el mayor ardor, reformar las leyes y doctrinas más objetables y retomar, hasta donde fuese posible, a las sencillas enseñanzas del Nuevo Testamento.  Daremos de ello algunos Ejemplos notables. Repárese entre tanto no sólo en los lugares donde se produjeron los primeros chispazos, anunciadores de la reforma, y cuánto distaron unos de otros, sino también en los adalides de ese movimiento.  Todos esos adalides eran o habían sido sacerdotes o signatarios católicos.  Es que todavía subsistía algo de bueno en medio de tanto mal.  Es probable, sin embargo, que por ese tiempo no quedase indemne ni una sola doctrina neotestamentaria, esto es, que retuviese su pureza original. Fijémonos ahora en algunos de los reformadores y en los lugares donde trabajaron.
  3. Conviene tener presente, sin embargo, que por espacio de muchos siglos antes de este gran período reformista, hubo una crecida cantidad de personas notables que se rebelaron contra los horribles extremismos de los católicos, y que procuraron sinceramente mantenerse leales a las enseñanzas de la Biblia.  Pero todo lo que éstos dejaron tras sí fue un reguero de sangre.
    Vamos, ahora a dedicar unos momentos al estudio de ese notable período de la Reforma. 
  4. Entre 1320 y 1384, hubo en Inglaterra un hombre que atrajo la atención del mundo entero.  Se llamaba Juan Wiclef.  Este fue el primero de los valientes que tuvieron la osadía de emprender una verdadera reforma dentro de la Iglesia católica.  En la historia se le alude muchas veces con el nombre de el «Lucero del Alba» de la Reforma.  Se caracterizaba por una vida fervorosa y útil.  Fue tal su vida, que se requerirían varios tomos para escribir su historia.  De ahí que fuese odiado (odiado y temido a la vez) por los jerarcas católicos, quienes hicieron cuanto pudieron por atraparlo y acabar con él.  Pero felizmente no lograron su siniestro propósito, sino que murió de parálisis.  Pero el odio que los católicos le tenían era tan profundo, que, años más tarde, desenterraron sus huesos los quemaron y arrojaron sus cenizas al agua.
  5. Siguiendo más o menos de cerca las huellas de Wiclef, apareció en escena Juan Huss, 1373-1415, ilustre hijo de la lejana Bohemia.  La brillante luz del «Lucero del Alba» de Inglaterra había penetrado en su alma, y respondido alegremente a ella.  Fue la suya una vida denodada y memorable, pero lamentablemente corta.  Huss, lejos de excitar la cuerda sensible de sus correligionarios católicos, excitó el miedo, el odio y la oposición, de resultas de lo cual fue quemado en la pira pública cual mártir de su propio pueblo, no obstante buscar el bien de éste.  Cierto que amaba a Su Señor, pero también lo es que amaba a su pueblo.  Sin embargo, él fue uno de entre los muchos millones que hubieron de morir de la misma manera que él.
  6. A continuación de Juan Huss, de Bohemia, aparece en escena un portentoso hijo de Italia, el soberanamente elocuente Savonarola, 1452-1498, nacido treinta y siete años después que Juan Huss hubo sido quemado.  Savonarola, a semejanza de Huss, aunque era católico devoto, descubrió que los gobernantes de su patria, Italia, lo mismo que los de Bohemia, eran contrarios a la reforma.  Pero con su poderosa elocuencia consiguió despertar algunas conciencias y atraerse considerable número de partidarios.  Pero una verdadera reforma de la Jerarquía significaba la ruina absoluta de las altas esferas de la Iglesia.  Y así, Savonarola, a semejanza de Huss, hubo de morir, quemado en la pira pública. Es posible que Savonarola haya aventajado sobremanera a los hombres más elocuentes de aquel período; pero a pesar de su elocuencia, como atacaba a una poderosa organización; y como la existencia de esa institución exigía que se opusiese a la reforma, Savonarola hubo de morir.
  7. Desde luego, al dar los nombres de los reformadores de este período, de necesidad es que se excluyan algunos; y así sólo menciono aquellos a quienes se refiere la historia con más frecuencia. A continuación del pico de oro italiano, surgió el suizo Ulrico Zuinglio, nacido antes de que Savonarola muriese.  Zuinglio floreció entre los años de 1484 y 153 l. La idea de reforma se propaga ahora por todas partes.  Los incendios que esta idea origina, se producen al presente con más rapidez que nunca y se extienden con gran celeridad, de tal manera que resulta difícil extinguirlos; como que aun no había sido sofocado sino en parte el provocado por Zuinglio, cuando otro más voraz que todos los restantes estalló en Alemania. Zuinglio murió en el campo   de batalla.
  8. Martín Lutero, acaso el más notable de todos los reformadores de los siglos quince y dieciséis, floreció entre los años de 1483 y 1546.  Como puede verse por estas fechas, Lutero fue realmente contemporáneo de Zuinglio; como que nació un año antes que éste, y murió quince años después.  Es probable, sin embargo, que sus grandes predecesores le hayan facilitado el cumplimiento de su nación, y ello en una medida mucho mayor que la señalada por la historia.  Es más; mediante la dura experiencia de aquéllos y luego más tarde en forma más acabada, mediante la suya propia, comprendió que una reforma en regla dentro de la Iglesia romana sería completamente imposible, ya que se hubieran necesitado demasiados expedientes.  El empleo de uno exigiría otro, y éste, otro; y así, sucesivamente, hasta lo infinito.
  9. De consiguiente, después de librar grandes batallas con los grandes jerarcas del catolicismo, Lutero, auxiliado por Melancton y otros alemanes prominentes, fundó en 1530, más o menos, una institución cristiana, enteramente nueva, conocida actualmente            como la Iglesia luterana, la que pronto se convirtió en la Iglesia de Alemania.  Fue esa la primera de las nuevas fundaciones salidas directamente de Roma, que rompieron con todo compromiso de fidelidad y obediencia a la Iglesia madre (como la llaman), y a continuar viviendo en esa relación.
  10. Pasando por alto, por ahora, a la Iglesia de Inglaterra, que es la que sigue en orden a la luterana en cuanto a sus comienzos, continuaremos ocupándonos por un rato de la Reforma en el continente. Otro de los más grandes reformadores fue Juan Calvino, 1509-1564.  Aunque era francés, el teatro de sus operaciones fue más bien Suiza.  Fue éste un hombre muy capaz y dotado.  Fue asimismo contemporáneo de Lutero durante 30 años; y cuando Zuinglio murió, tenía 22 años de edad. Calvino es el fundador de la Iglesia presbiteriano; aunque hay historiadores que afirman que el que la fundó fue Zuinglio.  Pero hay más fuertes evidencias en favor de Calvino que de Zuinglio.  Pero es incuestionable que los trabajos de Zuinglio y de Lutero hicieron que la tarea de Calvino le resultara mucho más fácil.  De consiguiente, en 1541 (pues, según parece, fue esa la fecha), a los once años justos de haber fundado Lutero la Iglesia luterana, comenzó a existir la presbiteriano. En este caso, como en el de Lutero, el fundador fue un sacerdote católico reformado, o que estuvo a punto de serio. Wiclef, Huss, Savonarola, Zuínglio, Lutero y Calvino son los seis grandes adalides que acaudillaron las fuerzas de la Reforma en las batallas contra el catolicismo, al que golpearon hasta hacerlo trastabillar.
  11. En 1560, diecinueve años después que Calvino fundó la Iglesia de Ginebra, Juan Knox, discípulo de Calvino, estableció la primera Iglesia presbiteriano en Escocia; y treinta y dos más tarde, in 1592, esa misma Iglesia presbiteriano se transformó en Iglesia del Estado escocés.
  12. Durante estas recias luchas en favor de la Reforma, muchos anabaptistas prestaron su ayuda a los reformadores.  Aquéllos, creyendo y esperando hallar algún alivio a su dura suerte, salieron de sus escondites y lucharon denodadamente al lado de los reformadores; pero pronto sufrieron un terrible desengaño.  En adelante, tuvieron que habérselas con otros dos enemigos: los luteranos y los presbiterianos, que al salir del catolicismo, llevaron consigo muchos de los males que caracterizaban a éste, entre otros, su idea de una Iglesia del Estado.  De ahí que muy pronto se convirtiesen una y otra denominación en Iglesias del Estado.  Ello hizo que las dos pronto se embarcasen en la empresa de perseguir a otros, aunque sin llegar a los extremos de su católica madre. Triste y horrible fue la suerte de estos pacientísimos anabaptistas.  Ahora el mundo ya no les ofrece ningún lugar seguro donde puedan ocultarse.  Ahora cuatro implacables Perseguidores siguen furiosos, su rastro.  Seguramente que fue el suyo un «Rastro de Sangre.
  13. Durante este mismo período, surgió otra denominación, no en el continente, sino en Inglaterra, la cual precedió en varios años al presbiteriano.  Su origen no se debió tanto a la idea de Reforma (aunque ésta facilitó su aparición) cuanto a una ruptura o división en las filas católicas.  Fue ésta más semejante a la división o cisma que se produjo en 869, cuando los católicos orientales se separaron de los occidentales, distinguiéndose ambas Iglesias desde entonces en la historia con los nombres de Iglesia católica griega e Iglesia católica romana. La división a que nos referimos ahora ocurrió más o menos de esta manera: El rey Enrique VIII de Inglaterra se había casado con Catalina de Aragón; pero desgraciadamente, poco tiempo después, su inquieto corazón se prendó de Ana Bolena; por esta causa, quiso divorciarse de Catalina, para casarse con Ana.  Pero en aquel entonces no era nada fácil lograr divorciarse; sólo el papa podía conceder el divorcio; y como él, por especiales motivos, rehusó otorgarlo, Enrique se sintió profundamente apenado.  Pero considerando que era rey, se creyó autorizado para hacer lo que le viniese en gana.  Su primer ministro (que a la sazón lo era Tomas Cromwell) se burló del rey, diciéndole: ¿Por qué os sometéis a la autoridad papal a ese respecto?  Enrique aceptó la sugestión, y se constituyó a sí mismo cabeza de la Iglesia de Inglaterra.  Tal fue el origen de esa nueva Iglesia.  Ese paso se dio en 1534 6 1535.  Por el momento, ningún cambio de doctrina se hizo; todo se redujo a desconocer y sacudir la autoridad del papa.  La verdad es que Enrique nunca llegó a ser realmente un protestante sincero, como lo demuestra el que murió en la fe católica.
  14. Pero esta división trajo como resultado un notable cambio, o reforma.  En efecto, si bien fue imposible reformar la Iglesia Católica bajo la autoridad papel, sin salir de ella, como ocurrió en el caso de Lutero y de otros, ello fue posible después de la antedicha división; y así, Cramer, Latimer, Ridley y, otros introdujeron algunos cambios notables; pero esos cambios los pagaron más tarde muy caros, cuando María la sanguinaria, hija de la repudiada Catalina, ascendió al trono de Inglaterra y restableció el catolicismo, con el papa a la cabeza.  Esa temible y espantosa reacción terminó al fin de los cinco azarosos y sangrientos años que duró el reinado de María.  Muchas fueron las cabezas que cayeron bajo la sangrienta hacha de esa soberana, pero, al final, también cayó la suya. Como el pueblo inglés le había tomado gusto a la-libertad, cuando Isabel, hija de Ana Bolena (por causa de la cual se había Enrique divorciado de Catalina) ascendió al trono, la Iglesia de Inglaterra sacudió una vez más el yugo papal, y fue restablecida de nuevo. 
  15. De esta manera, antes de fines del siglo dieciséis, había cinco Iglesias sostenidas por el Estado: la ortodoxa griega, la católica romana, la anglicana, la luterana y la de Escocia, conocida como presbiteriano.  Todas ellas se mostraron implacables en su odio y persecución de los llamados anabaptistas, valdenses y demás iglesias disidentes que no habían tenido jamás relación alguna con los católicos.  La gran ayuda que habían prestado durante las luchas de la Reforma había sido echada en olvido o se ignoraba enteramente a la sazón, con el resultado de que muchos millares más de disidentes, incluso mujeres y niños, perecían cada día a consecuencia de las interminables persecuciones.  De esa forma, la gran esperanza despertado por la Reforma resultó una sangrienta desilusión.  Los que quedaron hallaron refugio no muy seguro en los amigables Alpes y otros ocultos lugares del mundo.
  16. Estas tres nuevas Iglesias separadas de Roma o salidas de ella, retuvieron muchos de sus dañosos errores.  He aquí algunos de ellos:

(1)    Gobierno prelaticio; pues sólo difiere en la forma.

(2)    Iglesia sostenida por el Estado.

(3)    Bautismo infantil.

(4)    Bautismo por aspersión o afusión.

(5)    Creencia en la regeneración bautismal (unos más, otros menos), si ha de creerse a muchos de sus historiadores.

(6)    La persecución de otros (al menos durante algunos siglos).
 

  1. Al principio, todas estas Iglesias del Estado se perseguían unas a otras, lo mismo que a cualquier otra; pero en un concilio celebrado en Augsburgo en 1555, se firmó un tratado de paz, conocido como la Paz de Augsburgo, entre los «católicos,» por un lado, y los «luteranos,» por el otro, en virtud del cual se comprometían a no perseguirse unos a otros.  «Dejadnos en paz,» decían, «y nosotros haremos lo propio con vosotros.» Para los católicos, luchar contra los luteranos significaba la guerra en Alemania; y para los luteranos, luchar contra los católicos o perseguirlos, significaba la guerra con todos los países donde los católicos predominaban o eran mayoría.
  2. Pero las persecuciones no cesaron entonces. De los odiados anabaptistas, llamados ahora bautistas, no obstante todas sus anteriores persecuciones y el hecho horroroso de que habían, ya muerto cincuenta millones de mártires, todavía existía número considerable de ellos. En este mismo período se vio algo verdaderamente inaudito.  En un solo camino europeo se colocaron estacas a pocos pies de distancia unas de otras, en un trayecto de unos cincuenta kilómetros, y en la aguzada punta de cada una, fue colocada la ensangrentada cabeza de un mártir anabaptista. La imaginación apenas puede describir una escena tan horrorosa, perpetrada, sin embargo, por un pueblo que se llamaba a sí mismo seguidor del manso y humilde Jesús.
  3. Recuérdese que los católicos no miran la Biblia como la sola regla y guía de fe y de conducta.  Afmnan, sí, que es infalible, pero que hay otras normas de tanta autoridad como ella, a saber, los escritos de los padres y los decretos de la Iglesia o las declaraciones del papa infalible. He aquí que nunca se pudo celebrar un debate regio entre un católico y un protestante o un bautista, porque nunca se pudo llegar a un acuerdo final.  Lo que es con los católicos, no es posible zanjar ninguna cuestión empleando únicamente la Biblia.
  4. Tomemos, como ejemplo, la cuestión del bautismo y la autoridad final tocante al acto y al modo de celebrarlo.  Ellos dirán que la Biblia enseña, sí, sin lugar a dudas, el bautismo y que también enseña que debe practicarse por inmersión únicamente. Pero por otra parte pretenden que a su infalible Iglesia le asistió perfecto derecho para cambiar la inmersión por la aspersión o la afusión; pero que otros no tienen ese derecho o autoridad, sino sólo el papa, por ser infalible.
  5. Bueno será que llamemos aquí la atención a algunos hechos relacionados con la Biblia, ocurridos durante estas horribles centurias. Téngase presente que la Biblia no estaba impresa ni había papel para imprimirla, dado caso que la imprenta se hubiese inventado.  Tampoco había papel para escribirla, sino el pergamino, hecho de piel de cabra, y de oveja, y el papiro (fabricado con la médula de cierta planta llamada de ese nombre) era el material usado para escribir.  De ahí provenía que un libro tan grande como la Biblia, escrito a mano con un estilo, no con una pluma como las que hoy se usan, fuese probablemente demasiado voluminoso, para que un hombre lo pudiese llevar fácilmente consigo.  Y así, por lo que se sabe, nunca hubo más de unas treinta biblias completas en todo el mundo.  Muchas partes de ella, como por ejemplo: de Mateo, Marcos, Lucas, Juan o los Hechos, o las Epístolas, o el Apocalipsis o del Antiguo Testamento, sí eran comunes. Uno de los más grandes milagros que registra la historia universal, según mi manera de pensar, es la unanimidad del pueblo de Dios en creer los principales artículos de la fe cristiana.  Claro está que eso se debe a la acción directa de Dios. ¡Cuán glorioso es el que todos tengamos ahora un ejemplar de toda la Biblia en nuestra propia lengua!
  6. Bueno será también que todos nos detengamos a considerar otro hecho vital relacionado con la Biblia. En la precedente disertación ya se lo ha mencionado como de paso, de ahí que convenga traerlo de nuevo aquí a colación.  Tratase de la decisión tomada por los católicos en el concilio de Tolosa, en 1229, cuando se acordó prohibir la lectura de la Biblia, la Palabra de Dios, a la vasta mayoría de sus adeptos, los laicos.  Y conste que yo no hago sino referir aquí lo que se expresó en aquel concilio.  No ha mucho, me dio un católico: Nuestro propósito hacer eso no es otro que el impedir que cada uno la intérprete según su criterio particular. ¿No sería realmente singular el que Dios hubiese escrito un libro para su pueblo y que luego no quisiese que ese mismo pueblo lo leyese?  Sin embargo, según ese mismo libro, en el día del juicio todos serán juzgados de acuerdo con sus enseñanzas.  No es extraño que ese libro diga: «Escudriñad las Escrituras, porque en ellas creéis tener la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.» ¡Cuán terrible es la responsabilidad asumida por los católicos sobre ese particular!

CUARTA DISERTACIÓN
Siglos 17, 18 y 19

  1. Esta disertación principia con los comienzos del siglo diecisiete.
    Hemos pasado muy aprisa por muchos eventos importantes de la historia del cristianismo, pero la necesidad nos obligó a ello.
  2. Este período de tres siglos comienza con el origen de una denominación enteramente nueva: la congregacionalista.  Es de justicia decir que algunos historiadores le asignan como fecha de su comienzo el año de 1602.  Sin embargo, Schaff-Herzogs, en su Enciclopedia, fija su principio mucho más antes, en el siglo dieciséis, haciéndola coetánea de la luterana y la presbiteriano.  Como durante el gran movimiento reformista, muchos que salieron de Roma no estaban satisfechos con la magnitud de la reforma realizada por Lutero y Calvino, ni con el gobierno prelaticio, resolvieron retomar a la idea democrática del Nuevo Testamento, sostenida durante quince siglos por los que se habían negado a entrar en la jerarquía creada por Constantino.
  3. Como la contención de esta nueva denominación tocante a la reforma de ese particular fue terminante, le acarreó una acerba persecución de parte de los católicos, los luteranos, los presbiterianos y los anglicanos, es decir, de todas las Iglesias sostenidas por el Estado.
    Pero estos modernos congregacionalistas retuvieron muchos errores fraguados por los católicos, como ser: el bautismo infantil, la afusión o aspersión como formas de bautismo; finalmente, adoptaron y practicaron en grado extremo la idea de la unión de la Iglesia y el Estado.  Es más: después de refugiarse en América ellos también se transformaron en crueles perseguidores.
  4. El nombre de «independientes,» o «congregacionalistas,» como ahora se llaman, se deriva de su sistema de gobierno.
    En Enciclopedia de Schaff Y Herzogs contiene algunos de los principios que distinguen a los congregacionalistas ingleses.  Helos aquí:

(1)    Que Jesucristo es la única cabeza de la Iglesia, y la palabra de Dios su único estatuto.

(2)    Que las Iglesias visibles son asambleas distintas compuestas de hombres piadosos, separados del mundo con fines puramente religiosos, y no deben confundirse con el mundo.

(3)    Que estas Iglesias separadas tienen plenos poderes para elegir sus propios ministros y demás servidores, y para mantener su propia disciplina.

(4)    Que con respecto a su régimen interno, cada Iglesia es independiente de todas las demás, lo mismo que de toda intervención del Estado en sus asuntos.
 

  1. ¡Cuánto difieren estos principios de los del catolicismo y hasta de los del luteranismo, del presbiterianismo, o del episcopalismo de la Iglesia de Inglaterra! ¡Y cuán semejantes son a los de los bautistas de hoy y de todos los siglos pasados, y a las enseñanzas originales de Cristo y sus apóstoles!
  2. En 1611 apareció la versión inglesa de la Biblia del rey Jaime.  Hasta entonces nunca se le había proporcionado al pueblo la palabra de Dios con tanta amplitud.
    Cosa notable, desde que comenzó la diseminación de la Palabra de Dios en gran escala, comenzó también la declinación del poder papas; también comenzó a tomar cuerpo, después de muchos siglos, la idea de la «libertad religiosa.»
  3. En 1648, se firmó el tratado de paz de Westfalia.  Entre otras cosas resultantes de ese pacto de paz, se halla el triple acuerdo entre católicos, luteranos y presbiterianos, de no perseguirse ya más los unos a los otros.
    Las persecuciones entre esas denominaciones significaba la guerra con los gobiernos que las apoyaban.  Pero los otros cristianos, especialmente los anabaptistas, continuaron siendo hostilizados por esas denominaciones con la misma dureza que antes, siendo objeto de persistente persecución.
  4. Durante todo el siglo diecisiete, la persecución contra los valdenses, los anabaptistas y los bautistas (pues ahora el ana fue abandonado en algunas partes) prosiguió siendo sumamente severa.  En Inglaterra, por la Iglesia anglicana, como los atestiguan Juan Bunyan y muchos otros, en Alemania, por los luteranos; en Escocia, por la Iglesia escocesa o presbiteriano; en Italia, Francia y en todas partes donde el papismo predominaba, por los católicos.  Ahora mismo, no hay paz para los que no concuerdan con las Iglesias del Estado, o con alguna de ellas.
  5. Un hecho significativo, bien establecido por historiadores fidedignos, es el de que ya en el siglo cuarto, los que rehusaban entrar en la jerarquía y se negaban a aceptar como válido el bautismo de los bautizados en la infancia, y la doctrina de la regeneración bautismal, y exigían el rebautizo a los que, procedentes de la Iglesia de la jerarquía, querían unirse con ellos eran llamados «anabaptistas,-» no importa cuál fuese el nombre. Pero cerca del siglo dieciséis, el prefijo ana fue eliminado quedando tan sólo el de «bautistas.  «Desde entonces, todos otros nombres desaparecieron. No cabe duda de que si BUNYAN hubiese vivido en u época anterior a la en que vivió, sus secuaces habrían sidos llamados «BUNYANISTAS» o «ANABAPTISTAS.  «Hasta muy probable que fuesen designados con ambos a DOS nombres, como lo fueron otros que le precedieron.
  6. El nombre «bautista» es un apodo, el cual les fue dado por sus enemigos (excepto que les haya sido dado por el mismo Salvador cuando se refirió a Juan como «el Bautista».  Hasta el presente, ese nombre nunca ha sido adoptado oficialmente por ningún grupo de bautistas.  Sin embargo, ha adquirido fijeza, siendo aceptado con gusto y llevado con orgullo, pues es muy adecuado.  Fue ese el nombre que distinguió al precursor de Cristo, el primero en enseñar la doctrina que los bautistas actualmente sostienen.
  7. Citaré ahora una declaración muy significativa de la Enciclopedia de Schaff y Herzogs, tomo I, Pág. 210, artículo «Historia de los Bautistas en Europa»: «Los bautistas aparecieron primeramente en Suiza por el ario de 1523, donde fueron perseguidos hoy Zuinglio y los papistas.  Entre los años de 1525 y 1530, se los encuentra constituidos en grandes Iglesias muy bien organizadas en el Sur de Alemania, en el Tirol y en la Alemania Central.  En todos esos lugares, sus vidas fueron amargadas con las persecuciones. (Nótese bien, que todo esto es anterior a la fundación de las Iglesias protestantes – luterana, episcopal, o presbiteriana.) Continuemos citando: «La moravia había prometido un hogar de mayor libertad; eso hizo que muchos bautistas emigrasen allá, pero sólo para encontrarse con sus esperanzas desvanecidas. Después de 1534 son numerosos en el Norte de Alemania, en Holanda, Bélgica y en las provincias valonas.  Todavía se multiplicaron durante el gobierno del duque de Alba, en los Países Bajos, donde demostraron gran celo misionero.» Repárese en la expresión «celo misionero.» ¡Y pensar que haya gente que diga que los primitivos bautistas eran hardshells obstinados, inflexibles – (o antimisioneros) ¿De dónde vinieron esos bautistas?  Desde luego que no salieron de entre los católicos, durante la Reforma, puesto que antes de ese movimiento ya tenían grandes Iglesias.
  8. Por ese asunto de vital importancia, notemos los siguientes cambios religiosos que tuvieron lugar en Inglaterra en el transcurso            de los siglos: El Evangelio fue llevado a las Islas Británicas por los apóstoles; esas islas continuaron siendo apostólicas en su religión hasta que se hubo creado la jerarquía, a principios del siglo IV; en realidad, hasta un siglo después de ese acontecimiento.  Luego cayó bajo el poder de la jerarquía, la que se fue convirtiendo rápidamente en la Iglesia católica.  Y así, católica se mantuvo como religión del Estado, hasta el cisma de 1534-1535, ocurrido durante el reinado de Enrique VIII.  Entonces comenzó a llamarse Iglesia de Inglaterra.  Dieciocho años más tarde, 1553-1558, durante el reinado de María, la Sanguinaria, Inglaterra volvió al catolicismo, al que siguió un sangriento período de cinco años.  Luego ascendió al trono su media hermana Isabel, hija de Ana Bolena, en 1558.  Los católicos fueron nuevamente desalojados, y la Iglesia anglicana volvió a ser restablecida; y así siguieron las cosas por espacio de un siglo más o menos, cuando la Iglesia presbiteriano logró predominar por un corto tiempo.  Y según parece, llegó a ser por un corto espacio de tiempo Iglesia de Inglaterra al par que de Escocia.  Sin embargo, después de la época continuado siendo desde entonces la Iglesia del Estado.
  9. Obsérvese como se fue mitigando gradualmente en Inglaterra lo duro y acerbo de las persecuciones religiosas de la Iglesia del Estado, realizadas durante más de un siglo:

(1)     El primer decreto de tolerancia apareció en 1688, ciento cincuenta y cuatro años después de la fundación de esta Iglesia.  Por ese decreto, se permitía el ejercicio de todos los cultos, con excepción del católico y el unitario.

(2)     El segundo decreto, del mismo tenor, se publicó en 1778, ochenta y nueve años después del anterior.  Por ese decreto se permitía también a los católicos el ejercicio de su culto, pero se excluía a los unitarios.

(3)     El tercer decreto de tolerancia se promulgó en 1813, treinta y cinco años más tarde que el precedente.  Este incluía a los unitarios.

(4)    En 1828-1829 fue promulgado el decreto conocido como el «decreto de ensayo,» por el cual se concedía a los «disidentes» de la Iglesia anglicana acceso a los empleos públicos y aún a los cargos parlamentarios.

(5)    En 1836-1837 y 1844 los decretos de «inscripción» y de «matrimonio.» En virtud de esos dos decretos se les reconocía validez a los bautismos y matrimonios celebrados por los disidentes.

(6)    En 1854 apareció «la ley de reforma.» Por esta ley, se les abrían las puertas de las universidades de Oxford y Cambridge a los estudiantes disidentes.  Hasta entonces, ningún hijo de disidente podía entrar en ninguna de esas dos grandes instituciones.
 

  1. Tal ha sido el avance del progreso hacia la «libertad religiosa» en Inglaterra.  Pero es probable que estén en lo cierto los que dicen que no puede haber verdadera «libertad religiosa» en un país en que no existe una religión del Estado.  Cuando mucho, habrá tolerancia religiosa, lo cual dista mucho de la libertad.  Mientras haya en un país una denominación religiosa sostenida por el gobierno con exclusión de todas las demás, no será posible la absoluta libertad religiosa ni la igualdad.
  2. A principios del siglo dieciocho vinieron al mundo en Inglaterra tres niños que estaban destinados a ejercer grande perdurable influencia en el mundo.  Esos niños fueron Juan y Carlos Wesley, y Jorge Whitfield. Juan y Carlos nacieron en Epworth (de ahí proviene el nombre de Liga Epworth); el primero nació el 28 de junio de 1703; y el segundo, el 29 de marzo de 1708.  Jorge Whitfield nació en Gloucester, el 29 de diciembre de 1714. No es posible referir aquí las vidas de estos muchachos, aunque valdría la pena contarlas, y luego volverlas a contar. Estos tres jóvenes fueron, andando el tiempo, padres y fundadores del metodismo. Los tres eran miembros de la Iglesia anglicana, quienes estudiaban en Oxford para ministros de esa Iglesia, si bien no eran, por ese entonces, todavía convertidos, lo cual no era nada extraño entre el clero inglés (fuera de que en esa época era frecuente el que los padres decidiesen por sí mismos qué carrera habían de seguir sus hijos).  Pero más tarde, esos tres jóvenes experimentaron una genuina y maravillosa conversión.
  3. A lo que parece, ellos no deseaban fundar una nueva denominación.  Lo que más bien deseaban (y por ello lucharon con gran esfuerzo) fue un gran avivamiento de la religión en toda su pureza, y una reforma en la Iglesia de Inglaterra.  Tal fue lo que procuraron con ahínco en Inglaterra y América. Pero su Iglesia no tardó en cerrarles las puertas, de ahí que celebrasen sus reuniones al aire libre y en casas particulares, o, como en el caso de Whitfield, en los templos de otras denominaciones.  Whitfield era tan elocuente que atraía mucho la atención por donde quiera que iba.
  4. La fecha precisa de la fundación de la Iglesia metodista es difícil de precisar.  Está fuera de duda, sin embargo, que el metodismo es más antiguo que la Iglesia de ese nombre.  Pues antes de que esos tres jóvenes dejasen la universidad, ya se los calificaba de metodistas. Sus primeras agrupaciones fueron llamadas «sociedades;» y su primera conferencia fue realizada en Inglaterra, en 1744. La Iglesia Metodista Episcopal se, constituyó oficial y definitivamente en América, en la ciudad de Baltimore, en 1784.  Desde entonces, ha crecido de una manera realmente maravillosa. Sin embargo, los fundadores del metodismo, al salir de la Iglesia anglicana, llevaron consigo un número de errores de la madre y la abuela; por ejemplo, el episcopado, o sea el gobierno de prelados; y a causa de ello tuvieron muchas luchas intestinas y divisiones; y a lo que parece, todavía habrá otras.  También tiene el bautismo infantil y la aspersión como forma de administrarlo. Sin embargo, tiene algo que no trajeron consigo al salir del anglicanismo, y ello es una genuina religión espiritual.
  5. El 12 de septiembre de 1788 nació en Irlanda, un niño que estaba destinado, con el correr de los años, a producir una gran agitación religiosa en algunas partes del mundo, y a ser el fundador de una nueva denominación religiosa.  Ese niño fue Alejandro Campbell, hijo de Tomás Campbell, ministro presbiteriano, quien se trasladó a América en 1807.  Pero Alejandro, su hijo, a causa de hallarse entonces cursando sus estudios, se le unió más tarde. Como sus opiniones religiosas experimentaron un gran cambio, dejaron a los presbiterianos y constituyeron un cuerpo independiente, que ellos llamaron «Asociación Cristiana.» En 181 1, adoptaron la inmersión como forma de bautismo, y lograron persuadir a un predicador bautista que los bautizase, pero con la expresa condición de que no se unirían a la Iglesia Bautista.  Y así, padre, madre e hijo fueron bautizados. En 1813, su independiente iglesia se unió a la Asociación Bautista de Red Stone (de la Piedra Roja).  Diez años más tarde, a causa de una controversia, dejaron esa asociación y se unieron a otra; pero como continuaron las disputas, también dejaron esa asociación.  Es de justicia decir que ellos nunca habían sido bautistas, ni nunca pretendieron serlo, hasta donde lo demuestran las memorias que yo he podido consultar.
  6. No sería enteramente fiel a la historia cristiana y muy especialmente a la de los bautistas, si no dijera algo en estas disertaciones acerca de Juan Bunyan, en cierto sentido uno de los hombres más célebres de la historia de Inglaterra y aun del mundo entero, ya como predicador bautista, ya como preso, durante doce años, en la cárcel de Bedford (por predicar el Evangelio), ya como autor del libro más célebre y de más circulación en el mundo, después de la Biblia: «El Progreso del peregrino,» escrito mientras estuvo encarcelado.  Sí, Juan Bunyan es uno de los ejemplos más notables de lo acerbo de la persecución religiosa. ¿Y qué diremos del relato acerca de María Bunyan la cieguecita hija de nuestro héroe, relato que debiera figurar en los anaqueles de todas las bibliotecas de las Escuelas Dominicales?  Esa biografía estuvo agotada mucho tiempo, pero creo que ahora se está reimprimiendo.  Casi me atrevo a desafiar a cualquier hombre, mujer, niño o niña a que no es capaz de leerla sin derramar alguna lágrima.
  7. Otra cosa acerca de la cual es preciso decir algunas palabras, cuando menos, es la referente a Gales y a los bautistas de ese país. Uno de los relatos más conmovedores de la historia del cristianismo es precisamente el de los bautistas de Gales.  Los bautistas de los Estados Unidos deben mucho más a sus hermanos del país de Gales de lo que muchos de nosotros nos figuramos. En efecto, hubo algunas Iglesias bautistas en aquel país que emigraron en masa a los Estados Unidos (Orchard, p. 21-23; Ford, cap. 2.)
  8. El relato de los orígenes de la obra cristiana en Gales es sobremanera fascinante; y a lo que parece, es verídico.  Esa historia se remonta a los tiempos del Nuevo Testamento (Hechos 28:30-3 l; II Tim.. 4:2 l). El relato de Claudia y Prudente, en el que se refiere su visita a Roma y la conversión de ambos a Cristo bajo la predicación de Pablo; y como luego regresan a Gales, su patria, a donde llevan el Evangelio, es sorprendentemente interesante. Pablo ganó con su predicación a Claudia y a Prudente el año 63. Estos, a su regreso a Gales, llevaron consigo a otros, y a dos predicadores.  De esta forma, llevaron el Evangelio a Inglaterra y, en especial, a Gales. Cuanto hayan ayudado los bautistas de Gales a los de los Estados Unidos, es de difícil apreciación. 

DISERTACION QUINTA
La religión en los Estados Unidos

  1. Mediante los españoles y otras razas latinas, los católicos llegaron a ser los primeros representantes de la religión cristiana en la América del Sur y la Central.  Pero en la del Norte, con la excepción de México, nunca alcanzaron fuerte preponderancia. En el territorio que hoy comprenden los Estados Unidos, fuera de las partes que fueron de México, nunca fueron bastantes fuertes, ni aun durante el Período de la colonización, como para lograr el apoyo oficial del Estado.
     
  2. Comenzando con la época colonial, a principios del siglo diecisiete, las primeras colonias, se establecieron en Virginia, y algo más tarde, en el territorio conocido ahora como los Estados de Nueva Inglaterra. Las persecuciones religiosas o hablando con más propiedad, irreligiosas, en Inglaterra y en el Continente fueron las principales causas de, que se estableciesen las primeras colonias en el territorio de los Estados Unidos. Entre los primeros grupos de inmigrantes, con excepción del grupo de 1607 y los conocidos como los «peregrinos» (1620), había dos grupos, uno llamado de los «puritanos,» que se componía de congregacionalistas.  El gobernador de su colonia era Endicott.  El otro grupo era de presbiterianos.  Entre estos dos grupos, había, sin embargo, un número de cristianos que tenían opiniones diferentes, que también buscaban escapar de la persecución. «EL RASTRO DE LA SANGRE EN AMERICA»
  3. Estos refugiados congregacionalistas y presbiterianos fundaron distintas colonias, y en ellas establecieron sin tardanza, con fuerza de ley, sus peculiares creencias religiosas.  En otras palabras, el congregacionalismo y el presbiterianismo fueron declarados, con carácter legal, las formas religiosas respectivamente de los congregacionalistas y de los presbiterianos, con exclusión absoluta de todas las demás creencias religiosas. Pero cosa notable, estos mismos que apenas acaban de salir huyendo, de la madre patria, con las sangrientas marcas de la persecución aún frescas, para buscar un refugio en una nueva tierra de libertad, no bien se establecen en sus respectivas colonias, cuando niegan la libertad religiosa a los que disiente de ellos, y observan los mismos métodos de cruel persecución con ellos, y por modo especial con los bautistas.
  4. Las colonias del Sur de Virginia y las de la Carolina del Norte y del Sur estaban constituidas principalmente por adherentes de la Iglesia de Inglaterra, con el resultado de que las doctrinas y prácticas peculiares de esa Iglesia constituyeron la religión oficial de esas colonias.  De esta manera, en las nuevas tierras de América, a donde muchos otros congregacionalistas, presbiterianos y episcopales habían venido, creyendo disfrutar del derecho de adorar a Dios según los dictados de su conciencia, pronto hubo tres Iglesias del Estado.  De consiguiente, no había libertad religiosa sino únicamente para los que sostenían la autoridad del Estado.  Como se ve, las hijas de Roma siguen las sangrientas huellas de su madre; y su reforma está muy lejos todavía de ser completa.
  5. Entre los que emigraron a América había muchos bautistas dispersos, llamados todavía por algunos «anabaptistas.» Es probable que en cada barco destinado a América se encontrasen algunos.  Pero, en general, llegaban al nuevo mundo en pequeños grupos; jamás en grandes colonias, porque no se les permitiría viajar en esa forma.  Sin embargo, continuaron llegando; tanto que antes de que las colonias se establecieran completamente, los bautistas ya eran numerosos en todas partes. Pero muy pronto comenzaron a sentir la mano dura de las tres Iglesias del Estado. Por el simple hecho de «predicar el Evangelio.» y «rehusar bautizar a sus hijos,» «oponerse al bautismo infantil» y otras cosas inaceptables para sus conciencias, eran arrestados, encarceladas, multados, azotados y expulsados, y sus propiedades, confiscadas. ¡Y todo eso en América!  Podría alegar muchos ejemplos, pero me limitaré a dar unos cuantos.
  6. No habían transcurrido aún veinte años desde que se había fundado la Colonia de la Bahía de Massachusetts, cuya Iglesia oficial era la Congregacional, cuando aprobaron una ley contra los bautistas y otros disidentes.  He aquí un ejemplo de tales leyes: «Ordenamos y disponemos que si alguna persona, dentro de nuestra jurisdicción, condenara públicamente el bautismo de infantes, o se opusiere a él, o anduviera en secreto seduciendo a otros para que condenen tal práctica, o se saliere de la congregación en el momento de administrarse ese rito … después de dársele tiempo y de procurar persuadirla, si no se corrige, será desterrada.» Esta ley fue dictada especialmente contra los bautistas.
  7. El resultado fue que Rogelio Williams y otros más fueron expulsados.  Ser expulsado de aquellas colonias en aquellos días era cosa gravísima; ya que ello significaba tener que ir a vivir entre los indios.  Pero felizmente Williams fue recibido amablemente por ellos, entre quienes vivió largo tiempo. La residencia de Williams entre los indios resultó providencial para la colonia que lo había expulsado, ya que debido a su influencia y a sus ruegos, pudo evitar que aquellos indígenas destruyesen dicha colonia.  De esta manera Williams devolvió a sus enemigos bien por mal.
  8. Rogelio Williams, más tarde, juntamente con otros, algunos de los cuales habían sido, como él, proscritos de aquella y de otras colonias, entre los cuales se contaba Juan Clarke, predicador bautista, decidieron fundar una colonia para ellos.  Verdad es que no tenían autoridad legal de Inglaterra para hacer tal cosa; con todo, creyeron que ese paso era más aconsejable, bajo las presentes circunstancias, que tratar de vivir en las colonias existentes a la sazón bajo las horribles restricciones religiosas a que tendrían que someterse, de avecindarse en ellas. Habiendo, pues, hallado una pequeña extensión de tierra que ninguna de las colonias existentes reclamaba como suya, se establecieron en ella, la que se conoce ahora como Rhode Island.  Eso ocurrió en 1638, diez años después de la fundación de la Colonia de la Bahía de Massachusetts.  Pero sólo quince años más tarde (1663) pudieron obtener la autorización real.
  9. En 1651 (? ) Rogelio Williams y Juan Clarke fueron enviados por la Colonia a Inglaterra para conseguir, si ello fuera posible, la autorización real para el establecimiento legal de la Colonia. Cuando llegaron a ‘Inglaterra ejercía el gobierno Oliverio Cromwell, pero por alguna causa que se ignora, no accedió a su pedido.  Entonces Rogelio Williams regresó a América, quedando Juan Clarke en Inglaterra para continuar las gestiones.  Pasaban los años, y Clarke seguía esperando.  Por último, Cromwell perdió su cargo, y Carlos II subió al trono de Inglaterra. Aunque la historia considera a ese monarca como cruel perseguidor de los cristianos, con todo, acabó por conceder la autorización, en 1663, con lo cual Clarke pudo regresar a América con ella después de haberla esperado doce años. Así que en 1663, la Colonia de Rhode Island quedó convertida en legal institución real, y los bautistas pudieron darse su propia constitución.
  10. Escrita esa constitución, atrajo la atención del mundo entero, por ser la primera que consignaba la libertad religiosa. La lucha por la libertad religiosa, en América solamente, tiene una gran historia. Durante largo tiempo, los bautistas hubieron de luchar solos completamente por esa conquista, pero no lo hicieron para ellos únicamente, sino para todos los que profesan alguna creencia. Rhode Island, la primera colonia, establecida por un grupo de bautistas, después de doce años de gestionar el permiso para constituirla legalmente, fue el primer lugar de la tierra donde la libertad religiosa fue convertida en ley del país.  La fundación  tuvo lugar en 1638, Pero su establecimiento legal data de 1663.
  11. En esa Colonia, aun antes del reconocimiento legal, se constituyeron dos Iglesias bautistas.  Respecto a la fecha de su fundación, los historiadores, sin excluir a los bautistas no están de acuerdo, por lo menos en cuanto a una.  Por lo que hace a la de Providencia, fundada por Rogelio Williams, todos, a lo que parece, están contestes en que se fundó, en 1639. Cuanto a la fecha de la que se estableció en Newport, por Juan Clarke, los testimonios más recientes, dan como fecha probable la de 1638.  Pero los más antiguos dan otra algo más tardía; la diferencia, sin embargo, es sólo de unos años. La constituida por Rogelio Williams parece que sólo subsistió unos meses; en cambio, la fundada por Clarke, todavía existe. Mi opinión referente a la fecha de la fundación de la de Newport, basada en todos los datos aprovechables, es que se fundó en 1638.  Yo creo que esa es la fecha correcta.
  12. Referente a las persecuciones en algunas de las colonias americanas, daremos algunos ejemplos. Refieren las crónicas que en cierta ocasión se encontraba ,enfermo uno de los miembros de la Iglesia de Clarke.  El enfermo vivía en la línea fronteriza de la Colonia de la Bahía de Massachusetts, pero dentro del territorio de esa Colonia, Juan ,Clarke, en compañía de un predicador visitante llamado Crandali y un laico, llamado Abdías Holmes, fue a visitar al aludido enfermo.  Estando en esa casa, y mientras celebraban una especie de culto de oración, se presentaron unos funcionarios de la Colonia, quienes arrestaron a los tres, entregándolos más tarde a los tribunales para su procesamiento.  Añade la crónica que con el objeto de obtener mayores pruebas de culpabilidad de los acusados, se los llevó a una reunión religiosa de esa Colonia, con las manos atadas (así lo dice la crónica). El cargo que se les imputó después fue de «no haberse quitado el sombrero en un servicio religioso.» Se los juzgó y declaró convictos.  Como estuviese presente el gobernador Endicott, éste, en un arrebato de ira, le enrostró a Clarke el que hubiese negado el bautismo de los niños.  Pero ése no era el asunto que se ventilaba.  Luego añadió: «Sois dignos de muerte, pero yo no quiero introducir en mi jurisdicción semejante cachivache.» La pena que se les impuso fue una multa, o de lo contrario, ser bien azotados.  La multa de Crandall, que era forastero que estaba de visita, fue de cinco libras esterlinas; la de Clarke, el pastor, fue de veinte, y la de Holmes, que había sido congregacionalista y se había pasado a los bautistas, fue de treinta libras, o sean ciento cincuenta pesos oro.  Las multas de Clarke y de Crandall se las pagaron unos amigos.  Holmes, en cambio, no quiso que se la pagasen, sosteniendo que él no había hecho ningún mal; y así fue azotado.  La crónica dice que fue desnudado hasta la cintura y azotado hasta el punto de correrle la sangre a lo largo del cuerpo, luego de las piernas, hasta llenárselas los zapatos de ella.  Añade la crónica que quedó tan maltrecho, que le fue imposible acostarse, pues tenía el cuerpo tan dolorido, que no podía soportar el contacto de la ropa de la cama.  Y así, para poder dormir, se apoyaba sobre las manos o los codos y las rodillas.  Yo he leído todas las crónicas relacionadas con este azotamiento y otras cosas, y hasta la propia declaración de Holmes.  Es difícil concebir nada más brutal que eso. ¡Y tan luego aquí en América!
  13. Un tal Painter, por haber rehusado bautizar a su hijito, y expresar que en su opinión «el bautismo infantil era una práctica anticristiano,» fue amarrado y azotado.  El gobernador Winthrop nos refiere que Painter fue azotado «por haber vilipendiado ese ordenamiento del Señor.»
  14. En la colonia donde era religión oficial el presbiterianismo, los disidentes (bautistas y otros) parece que no lo pasaban mejor que en la Colonia de la Bahía de Massachusetts, donde imperaba el congregacionalismo como religión oficial. En esta colonia había un poblado de bautistas, en el que sólo había otras cinco famillas pertenecientes a otra comunión.  Los bautistas reconocían las leyes bajo las cuales vivían, y las acataban, según los refieren las crónicas.  Sucedió, pues, que las autoridades de la Colonia acordaron construir una casa destinada al culto presbiteriano en el susodicho poblado bautista.  Para reunir fondos, se impuso un impuesto.  Los bautistas reconocieron autoridad a los presbiterianos para imponer este nuevo y extraordinario impuesto; no obstante, se permitieron hacer la siguiente presentación a las autoridades en contra del aludido impuesto, diciendo: «Apenas acabamos de establecemos; y recién terminamos de construir nuestras pobres cabañas, y de trazar nuestros jardineros y de roturar nuestras parcelas para la siembra.  Parte de nuestros campos aún no han sido desmontados.  Además, ya se nos han impuesto contribuciones hasta el límite de nuestra capacidad, para erigir un fuerte para protegemos de los indios.  No nos es posible, de consiguiente, pagar por ahora otros impuestos.» He aquí en sustancia el tenor de su alegato.  Pero la contribución se impuso; y como no fue posible pagarla entonces, se embargaron los bienes de los pobladores, y se vendieron en subasta pública.  Sus cabañas, jardines, parcelas y hasta su cementerio, todo fue vendido en remate público.  Una propiedad valuada en trescientas sesenta y tres libras y cinco chelines, fue vendida en treinta y cinco libras y diez chelines.  Algunos de estos bienes fueron comprados por el predicador que había de predicar en la capilla que se proyectaba construir en aquel lugar.  Huelga decir, que el poblado aquel quedó arruinado. Son tantas las leyes opresivas que se dictaron, que se podría llenar un libro bastante voluminoso, como ser: actos de tribulación terriblemente onerosos, así como duros procedimientos de diversa naturaleza, dirigidos principalmente contra los bautistas.  Pero en estas disertaciones no se puede entrar en pormenores.
  15. La persecución contra los bautistas fue grave y continuada en las colonias del Sur y en la Carolina del Norte y del Sur y en Virginia especialmente, territorios donde la Iglesia de Inglaterra predominaba.  Los predicadores fueron no pocas veces multados y encarcelados.  Desde el inicio de la época colonial hasta el estallido de la guerra de la Independencia, es decir, durante más de cien años, las persecuciones contra los bautistas fueron incesantes.
  16. Daremos algunos ejemplos de las injusticias que los bautistas de Virginia tuvieron que sufrir; y sin embargo, por extraño que parezca, Virginia fue el lugar que en el país siguió a Rhode Island en adoptar la libertad religiosa.  Pero para eso habían de pasar todavía más de cien años. Pero las injusticias, a causa de las cuales fueron encarcelados más de treinta predicadores en diferentes ocasiones, «se debieron al hecho de haber los tales predicado el Evangelio del Hijo de Dios.» Jaime Ireland en un caso que sirve de ilustración.  Fue preso.  Una vez preso, sus enemigos trataron de fulminarlo con pólvora.  Como eso les fracasó, procuraron asfixiarlo quemando azufre bajo las ventanas de la cárcel.  Como esto también les fallase, ensayaron de sobornar a un médico para que lo envenenase.  Pero todo les falló.  Y así, él pudo seguir predicando a su pueblo desde las ventanas de la cárcel.  Entonces, sus enemigos levantaron una pared en tomo a la cárcel para que la gente no pudiera verlo a él ni él a ellos; pero aún esa dificultad fue superada.  Pues la gente, luego que se había reunido junto a la cárcel, levantaba un pañuelo en un palo bastante largo como para que una vez alzado él lo pudiese ver sobre la pared con lo indicaban que estaban allí para oírlo.  Y así la predicación continuaba.
  17. Más tarde, fueron arrestados tres predicadores bautistas: Luis y José Craig y Aarón Bledsoe, por la misma causa.  Uno de ellos, al menos, era pariente consanguíneo de R. E. B. Baylor, y probablemente de más de un predicador bautista tejano.  Estos predicadores fueron denunciados y procesados.  Un tal Patricio Henry, enterado de ello, no obstante vivir muy lejos y ser anglicano, concurrió al proceso, haciendo un largo viaje de muchas leguas a caballo, y se ofreció voluntariamente a defender a los acusados.  Su defensa, que fue magnífica, no me es posible describirla aquí.  Con todo, diré que arrebató al tribunal, con el resultado de que los predicadores fueron absueltos y puestos en libertad.
  18. Fuera de Rhode Island, la libertad religiosa en otras partes, se fue implantando lenta y paulatinamente.  En Virginia, por ejemplo, se promulgó una ley que permitía un solo predicador bautista, nada más que uno, en todo el condado.  Es más; sólo se le permitía predicar una vez cada dos meses.  Más tarde, se modificó la ley en el sentido de permitirle predicar una vez por mes.  Pero aún así, había de hacerlo en determinado lugar del condado.  Había, además, de predicar un solo sermón ese día, y no hacerlo jamás de noche. Se aprobaron, además, leyes que prohibían positivamente cualquier obra misionera no sólo en Virginia, sino en otras colonias.  Es por eso que Judson fue el primer misionero que fue al extranjero, por no ser permitido por las leyes hacer obra misionera en el propio país.  De ahí que hubo de pasar mucho tiempo y de librarse muchas y formidables batallas en la cámara virginiana de Burgueses, para modificar radicalmente semejantes leyes.
  19. Es evidente que una de las mayores obstrucciones con que tropezó la libertad religiosa en América y probablemente en todo el mundo, fue la convicción que se había apoderado de la gente, a través de los siglos, de que la religión no podía subsistir sin el apoyo del gobierno; que ninguna denominación podía prosperar con las solas ofrendas voluntarias de sus adeptos.  Tal fue el contundente argumento en el debate sostenido en favor de la separación de la Iglesia anglicana en Virginia, y más tarde, en el Congreso, cuando se discutió en él la cuestión de la libertad religiosa.  Esa batalla fue librada durante mucho tiempo por los bautistas solos, sin la ayuda de nadie.
  20. Ya se ha dicho que la Colonia de Rhode Island se fundó en 1638, pero que no obtuvo la autorización regia hasta 1663.  Como ya se sabe, fue ése el primer lugar donde se concedió la libertad religiosa.  El segundo fue Virginia, en 1786.  Y el Congreso declaró en 1791, que la primera enmienda a la Constitución, que concede la libertad religiosa a todos los ciudadanos, estaba en vigor.  Ese privilegio, se debe, como todos lo reconocen, a los bautistas.
  21. Nos permitirnos contar un incidente ocurrido en el Congreso cuando se discutía si los Estados Unidos deberían sostener una o más confesiones religiosas o proclamar la libertad religiosa.  Fueron presentados varios proyectos.  Uno recomendaba que se sostuviese a la Iglesia anglicana; otro, a la congregacionalista, y otro, al presbiteriano.  Los bautistas, aunque ninguno de ellos formaba parte del Congreso, sostenían ardientemente la absoluta libertad religiosa, Santiago Madison (más tarde presidente de la república) era su principal apoyo.  Entonces se levantó Patricio Henry y presentó un proyecto sustituyendo a todos los otros, según el cual serían sostenidas las cuatro Iglesias (o denominaciones) en lugar de una sola: la anglicana, o episcopal, la congregacionalista, la presbiteriana la bautista. Finalmente cuando vieron los demás congresales que eso no constituiría una sola Iglesia, todos convinieron en aceptar lo propuesto por Henry.  Su proyecto establecía que todo contribuyente tendría derecho de manifestar a cuál de estas cuatro denominaciones destinaba su dinero. Pero los bautistas continuaron luchando contra todo eso, sosteniendo que cualquier combinación entre la Iglesia y el Estado era contraria a sus principios fundamentales; y que, de consiguiente, ellos no podían aceptar ningún sostén, aunque fuese votado.  Henry trató de persuadirlos, alegando que trataba de ayudarlos (con su proyecto), y a que no podrían subsistir sin la ayuda del Estado.  Pero los bautistas siguieron oponiéndose. Se procedió entonces a la votación, la que obtuvo la casi totalidad de los sufragios.  Pero el proyecto tenía que votarse tres veces. Los bautistas, acaudillados por Madison y probablemente por otros, continuaron luchando. Se procedió luego a la segunda votación, la que también resultó casi unánime, arrastrados como fueron los congresales por la magistral elocuencia de Henry.  Pero faltaba todavía la tercera votación.  En esto parece que Dios intervino.  Henry fue elegido gobernador de Virginia y dejó el Congreso, y así cuando se procedió a la tercera votación, privado de la irresistible elocuencia de Henry, el proyecto fue rechazado. Como puede verse, los bautistas estuvieron al borde de ser una denominación sostenida por el Estado, a despecho de su más solemne y categórica protesta.  Y conste que no fue ésa la única Oportunidad que los bautistas han tenido de convertirse en denominación sostenida por el Estado, pero es probable que ésa haya sido la que estuvo más cerca de serlo.
  22. No mucho después de esto, la Iglesia anglicana fue completamente privada de todo sostén oficial. Aunque algunos Estados que seguían todavía separados de la Unión seguían sosteniendo a alguna Iglesia, el gobierno central nunca sostuvo a ninguna.  Pues en cuanto a los Estados Unidos, la Iglesia fue completamente separada del Estado.  Cierto que en otras partes estos dos estuvieron unidos en maridaje por espacio de mil quinientos años, a partir de 313.  Pero cuando menos aquí, en los Estados Unidos, la libertad religiosa resucitó, para jamás volver a morir.  Y al presente, aunque en no pocos lugares lo hacen lentamente, se va extendiendo gradualmente por todo el orbe habitado.
  23. Pero aun en los Estados Unidos mismos la idea de la unión de la Iglesia y el Estado fue muriendo lentamente, puesto que subsistió todavía en varios Estados separados, mucho tiempo después de haberse consignado en la Constitución Federal la libertad religiosa. Sin embargo, Massachusetts, donde dicha idea halló albergue en América, como ya se ha expresado, la ha abandonado enteramente, después de dos siglos y medio de haberla mantenido. Utah es el último lugar donde se la ha dejado subsistir para afear el rostro de la primera y más grande nación de la tierra que adoptó y alimenta la «libertad religiosa.» Recuérdese que no puede haber real y absoluta libertad religiosa en una nación cuyo gobierno sostiene, en forma privilegiada, a una denominación religiosa.
     
  24. Se han hecho muchas veces las siguientes preguntas referentes a los bautistas: ¿Consentirían los bautistas en que su denominación fuese declarada Iglesia oficial, dado el caso que una nación o Estado se ofreciese espontáneamente a reconocerlos en ese carácter?  Y en caso afirmativo, ¿perseguirían a los disidentes de ellos, como lo hicieron los católicos, o los episcopales, o los luteranos o los presbiterianos o los congregacionalistas?  Quizá no esté fuera de lugar el que consideremos brevemente semejantes preguntas. Comencemos, pues, por preguntarnos: ¿Han tenido los bautistas, en efecto, semejante oportunidad?  Sí que la tuvieron. ¿No cuenta, por ventura, la historia que en cierta ocasión el rey de Holanda (en ese entonces Holanda comprendía Noruega, Suecia, Bélgica, Holanda y Dinamarca) se sintió muy preocupado por la cuestión de tener una religión oficial?  Su reino por ese entonces estaba rodeado casi enteramente por naciones o estados que tenían religión oficial, es decir, sostenida por el gobierno. Resultó, pues, que ese rey nombró una comisión para que examinase los postulados de todas las Iglesias o denominaciones existentes, a fin de ver cuál tenía más derecho a ser la Iglesia del Nuevo Testamento.  La comisión informó al soberano que los mejores representantes de la enseñanza del Nuevo Testamento eran los bautistas. Entonces el rey se propuso hacer de los bautistas la Iglesia o denominación oficial de su reino.  Los bautistas le agradecieron de todo corazón su ofrecimiento, pero no lo aceptaron, aduciendo como razón el que ello era contrario a sus convicciones y principios fundamentales. Pero esa no fue la única oportunidad que haya tenido su denominación de llegar a ser la religión oficial de una nación. En efecto, esa oportunidad la tuvieron también cuando se fundó la Colonia de Rhode Island; y en cuanto a perseguir a otros, habría sido imposible, si es que había de seguir siendo bautistas.  Pues uno de los artículos fundamentales de su fe es la libertad religiosa, de la cual fueron ellos los primeros defensores; y no sólo de la libertad religiosa, sino de la separación de la Iglesia y el Estado.
  25. Tan fuerte ha sido siempre la convicción de los bautistas tocante a la separación de la Iglesia y el Estado que, invariablemente, han desechado todas las ofertas de ayuda del Estado.  Al efecto, daremos dos ejemplos: Uno ocurrió en Texas, el otro in México. Hace muchos años, en los primeros tiempos de la Universidad de Baylor (que es bautista) cuando esta institución estaba todavía en su infancia, el Estado de Texas le ofreció una ayuda económica, pero la Universidad, aunque pasaba por momentos difíciles, rehusó tal ayuda.  En cambio, los metodistas tejanos, que tenían en ese Estado una escuela de niños por ese mismo tiempo aceptaron la ayuda del Estado.  Huelgo decir, que esa escuela acabó por caer en poder del Estado. Cuanto al caso de México, he aquí como ocurrió: Era nuestro misionero en aquel país W. D. Powell, quien produjo profunda impresión en el gobernador de Coahuila, Sr.  Madero, con sus trabajos misionales.  Madero le ofreció una fuerte suma a los bautistas, procedentes de las arcas fiscales, para que éstos estableciesen una buena escuela en el Estado de Coahuila.  Powell presentó el asunto a la Junta de Misiones en el extranjero.  La Junta rehusó la oferta por provenir del Estado. Posteriormente, Madero dio una gran suma de su peculio personal, la que fue aceptada, construyéndose con ella el Instituto Madero.

PALABRAS FINALES

  1. Durante todos los períodos de la Edad Media o del oscurantismo, hubo muchos cristianos y muchas Iglesias separadas e independientes, algunas de las cuales remontaban su origen hasta los tiempos apostólicos, que nunca habían tenido relación alguna con la Iglesia Católica.  Tales cristianos e Iglesias siempre rechazaron y repudiaron completamente las doctrinas católicas.
    Es éste un hecho perfectamente atestado por datos históricos fidedignos.
  2. Estos cristianos fueron objeto perenne de enconada e implacable persecución.  Pues la historia demuestra que durante los doce siglos más o menos que duró la Edad Media, comenzando con el año 426, hubo alrededor de cincuenta millones de cristianos que sufrieron el martirio.  En esa misma forma, a manos de sus crueles perseguidores, murieron muchísimos millares más en los siglos que precedieron y siguieron a la Edad Media.
  3. Durante esos tiempos tenebrosos, esos creyentes eran designados con diferentes nombres, que les daban sus enemigos.  Tales nombres se les daban a veces a causa de algún notable y heroico jefe, y a veces por otros motivos.  A veces, sí, muchas veces, no obstante tratarse de las mismas personas, se les daba distintos nombres en distintas localidades.  Pero en medio de tanta diversidad de nombres había uno especial, o más bien una designación, que se adhería a algunos de estos cristianos a través de la Edad del Oscurantismo; esa designación era: anabaptista.  Con ese nombre compuesto, se designó a ciertos cristianos que aparecen en la historia del siglo tercero.  Pero un hecho sugestivo es que eso sucedió a raíz del origen del bautismo infantil; pero más sugestivo es aún el hecho de que esa designación estuvo en uso antes que el nombre de católico.  De todo esto resulta que el nombre de «anabaptistas» es el término denominacional más antiguo de la historia.
  4. Una sorprendente peculiaridad de estos cristianos fue, y continuó siendo en los siglos subsiguientes, la de que rechazaron la doctrina, de humana invención, del «bautismo infantil»; y así exigían a todos los que, habiendo sido bautizados en la infancia, deseaban unirse a ellos, se rebautizasen, aun cuando lo hubiesen sido por inmersión.  Fue a causa de esa peculiaridad que se les llamó «anabaptistas.»
  5. Ese nombre especial se aplicó a muchos cristianos que tenían otros apodos especialmente a los donatistas, los paulicianos, los albigenses, los antiguos valdenses y otros. En los siglos subsiguientes, esta designación llegó a ser el nombre que regularmente se dio a cada grupo en particular.  Es decir, que se los llamaba sencillamente «anabaptistas» eliminándose gradualmente todos los demás ‘ nombres. Muy a los comienzos del siglo dieciséis, antes de que se originase la Iglesia luterana, la primera de todas las Iglesias protestantes, la palabra «ana» comenzó a caer en desuso, siendo desde entonces llamados sencillamente «bautistas.»
  6. En «los siglos del oscurantismo» hubo un grupo de muchas Iglesias que en ninguna manera se identificaron jamás con los católicos.  De esos mismos «siglos de oscurantismo» salió un grupo de muchas Iglesias que, a semejanza de las anteriores, tampoco se habían identificado jamás con los católicos.

Resumen:

      Por: Clarence Walker

El Dr. J. M. Carroll, autor de este libro nació en el estado de Arkansas, el 8 de enero de 1858, y murió en Texas, el 10 de enero de 1931.

Su padre, predicador bautista, se trasladó a Texas cuando el hermano Carroll tenía seis años de edad; ahí se convirtió, se bautizó y fue ordenado como ministro del Evangelio. El Dr. Carroll no sólo llegó a ser un dirigente entre los bautistas de Texas, sino una figura descollante entre los bautistas del Sur de los Estados Unidos y del mundo entero.

Años atrás, visitó nuestra Iglesia, donde pronunció los mensajes contenidos en este librito.  Fue entonces cuando yo me interesé sobremanera en estos estudios del hermano Carroll, pues, yo también había hecho investigaciones especiales en el campo de la historia eclesiástica, tocante a cuál fuese la Iglesia más antigua y más parecida a las Iglesias del Nuevo Testamento.

El propio Dr. J. W. Porter, uno de los asistentes a estas disertaciones, quedó tan profundamente impresionado, que le dijo al Dr. Carroll que si él escribiera estos mensajes, él los publicaría en forma de libro.  El Dr. Carroll así lo hizo, y concedió al Dr. Porter el derecho de publicarlos.

Aunque el Dr. Carroll pasó a mejor vida antes de que el libro saliese a luz, el Dr. Porter lo dio a la publicidad, con el resultado de que la edición pronto quedó agotada.

Pero por la merced de Dios, ahora nos es posible publicar esta nueva edición.  Ruego a todos los que lean y estudien estas páginas se unan conmigo en oración, a fin de que un número de ejemplares cada vez mayor se pueda dar a luz.

«Para hacer que todos los hombres vean cual sea la administración del misterio que desde el principio del mundo ha estado encubierto en Dios, que creó todas las causas por Cristo Jesús; con el propósito de que ahora sea hecha conocida, por la Iglesia, a los principados y potestades en los cielos, la multiforme sabiduría de Dios. A él sea gloria en la Iglesia por Cristo Jesús, por todas las edades del siglo de los siglos.  Amén.»  (Efesios 3.9-10,21)

II Fuentes de Información sobre el tema

Era realmente maravilloso oírle contar al Dr. Carroll cómo se había interesado en la historia de las distintas denominaciones, especialmente en la de su origen.

Esta obrita la escribió cuando ya tenía 75 años de edad.  «Siendo un muchachito – expresó – me convertí al Señor; y al ver tantas denominaciones, me solía preguntar cuál sería la Iglesia que Cristo había fundado.»

Ya en su juventud, al estudiar las Escrituras y la historia, podía percibir cuál era la Iglesia más antigua y que más se semejaba a las Iglesias mencionadas en el Nuevo Testamento.

Esta búsqueda de la verdad lo indujo a visitar muchos lugares, lo que le permitió formar una de las bibliotecas más ricas en obras sobre la historia eclesiástica.

Esa biblioteca le fue regalada, a su muerte, al Seminario Bautista del Sur Oeste, de Fort Worth, Estado de Texas.

Como resultado de sus pesquisas, el Dr. Carroll reunió muchos datos tocantes a la historia eclesiástica, pero en su mayoría se referían, según parece, a católicos y protestantes, pues las historia hallada por él acerca de los bautistas estaba escrita con sangre, por tratarse de un pueblo que había sido objeto de odio a través de la tenebrosa Edad Media.  Los que lo constituían, predicadores y fieles, fueron llevados a la cárcel; y un número incalculable de ellos fueron muertos.

Jamás se ha visto en el mundo nada comparable a los padecimientos y persecuciones causados a los bautistas por la jerarquía católica, en el transcurso de la tenebrosa Edad Media.

El papa era entonces el dictador del mundo; de ahí que los anabaptistas, anteriores a la Reforma, lo apellidasen de anticristo.

La historia de los anabaptistas se halla escrita en los documentos oficiales de esa época-, de manera que para seguir el Rastro de la Sangre es preciso seguir el camino señalado por crónicas, en las que se hallan declaraciones del siguiente temor: «En Zurich, después de muchas disputas entre Zuinglio y los anabaptistas, el senado lanzó un decreto disponiendo que si alguno se atreviese a rebautizar a los que y hubiesen sido bautizados (esto es, cuando niños) fuese ahogado. En Viena muchos anabaptistas fueron encadenados a manera de ristra, de tal forma que el primero, al ser arrojado al río, arrastraba en pos de sí a los demás, por manera que todos se ahogaban.»

«En el año del Señor de 1539, dos anabaptistas fueron quemados más allá de Southwark, y un poco antes que éstos, lo fueron cinco anabaptistas holandeses en Smithfield.» (Fuller, Historia Eclesiástica.)

«En 1160, un grupo de paulicianos (bautistas) entró en Oxford.  Enrique II ordenó que fuesen marcados en la frente con hierros candentes y azotados a través de las calles de la ciudad, luego de desnudárselos hasta la cintura; después se los obligó a salir de la ciudad al campo raso, donde, por falta de abrigo y de alimentos, murieron lentamente, de hambre y frío, pues a los aldeanos no se les permitió acogerlos ni alimentarlos.» (Moore, Earlier and Later Nonconformit.I, in Oxford, 12.)

El antiguo Cronista Stowe, año de 1553, dice: «El 25 de Mayo, en la iglesia de S. Pablo, de Londres, fueron juzgados diecinueve hombres y seis mujeres.  Catorce fueron condenados; un hombre y una mujer fueron quemados en Smithfield, y a los doce restantes se los envió a los pueblos para que los quemasen.»

Froude, historiador inglés, dice acerca de esos mártires anabaptistas: «Los pormenores de sus padecimientos se han desvanecido, y sus nombres han sido echados en olvido, y aun los mismos hechos apenas son dignos de señalarse.  Europa no se conmovió a causa de ellos, ni se guardó luto en ninguna corte, ni el corazón del papa se estremeció de indignación con motivo de su muerte; por el contrario, el mundo la miró con complacencia, con indiferencia y hasta con regocijo.  Sin embargo, entre estos veinticinco hombres y mujeres hubo catorce de ellos que ni el terror de la hoguera ni el miedo a las torturas fueron bastantes a hacerles decir que creían lo que en realidad no podían creer.  Y aunque la Historia no consigna ni una palabra de alabanza en su favor, con todo, su sangre no fue derramada en vano.  De no haber procedido así, sus vidas hubieran sido tan inútiles como las de los más de nosotros; pero al perderlas, ayudaron a pagar el precio de la libertad inglesa.»

El Dr. Carroll halló asimismo su historia y su ensangrentado rastro, a través de los siglos, en los escritos no sólo de sus amigos, sino también de sus enemigos.

He aquí cómo se expresa el cardenal Hosius, en 1524, presidente que fue del Concilio de Trento: «Si los bautistas no hubieran sido tan despiadadamente atormentados y pasados a cuchillo durante los últimos doce siglos, al presente pulularían mucho más que todos los reformadores.»

Esos «doce siglos» constituyen el período que precedió a la Reforma, durante el cual Roma persiguió a los bautistas de la manera más encarnizada que es dable imaginar.

Oigamos a Sir Isaac Newton: «Los bautistas son el único cuerpo de entre los cristianos que jamás ha estado de acuerdo con Roma.»

Y por lo que hace a Mosheim historiador luterano, he aquí cómo se expresa: «Antes de la aparición de Lutero y de Calvino existían en secreto en casi todos los países «e Europa personas que se adherían tenazmente a los principios sostenidos por los bautistas holandeses modernos.»

Citemos, finalmente, a la Enciclopedia de Edimburgo (presbiteriana): «Sin duda que ya nuestros lectores habrán caído en la cuenta de que los bautistas son la misma secta de cristianos descritos anteriormente como anabaptistas.  En efecto, parece que este ha sido su principal origen, desde la época de Tertuliano hasta nuestros días.»

Ahora bien, Tertuliano nació exactamente cincuenta años después de la muerte del apóstol Juan.

III La promesa de la perpetuidad de las Iglesias de Cristo

Los bautistas no creen en la sucesión apostólica, puesto que el oficio apostólico terminó con la muerte de los apóstoles.  Fue a sus iglesias a quienes Cristo prometió su continua existencia, desde que El constituyó su primera Iglesia, durante su ministerio terrenal, hasta que vuelva.  He aquí su promesa: «Y yo edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mateo 16:18.)

Luego, cuando les dio la gran comisión, en la que les señala a Sus Iglesias la tarea que habían de cumplir, les hizo la siguiente promesa: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del siglo.  «(Mateo 28:20.)

Esta comisión, no fue dada a los apóstoles como individuos, sino a ellos y a los demás que se hallaban presentes, en su carácter de la Iglesia.  Tanto los apóstoles como aquellos que le oyeron dar esa comisión, pronto murieron, pero Su iglesia ha sobrevivido a través de los siglos, haciendo discípulos, bautizándolos y enseñándoles la verdad, es decir, las doctrinas que Él había encomendado a la Iglesia de Jerusalén.  Estas fieles Iglesias han sido bendecidas con Su presencia mientras siguieron el Rastro de la Sangre.

Esta historia demuestra como la promesa del Señor ha sido cumplida a Sus Iglesias.

El Dr. Carroll demuestra que se han hallado Iglesias en todos los siglos que han inculcado las doctrinas que Él les encomendó.  A estas doctrinas las llama el Dr. Carroll las «marcas» de las Iglesias del Nuevo Testamento.
 

«LAS CARACTERÍSTICAS O MARCAS DE LA IGLESIA DEL NUEVO TESTAMENTO»

  1. Su cabeza y fundador es Cristo, lo mismo que su legislador; la Iglesia sólo es ejecutiva. (Mateo 16:18; Colosenses 1:18)
  2. Su única regla de fe y práctica es la Biblia. (II Timoteo 3:15-17)
  3. Su nombre es «Iglesia» «Iglesias.» (Mateo 16:18; Apocalipsis 22:16)
  4. Su sistema de gobierno, el congregacional, es decir, que todos los miembros son iguales. (Mateo 23:5-12)
  5. Sus miembros se componen únicamente de los que han sido salvos. (Efesios 2:21; 1 de Pedro 2:5)
  6. Sus ritos son el bautismo de creyentes y la cena del Señor. (Mateo 28:19-20)
  7. Sus funcionarios son los Pastores y los Diáconos. (1Timoteo 3:1-16)
  8. Su obra es lograr que los pecadores se salven, bautizarlos (con el bautismo que llene todos los requisitos de la Palabra de Dios), y enseñarles que guarden todas las cosas que Cristo mandó. (Mateo 28:16-20)
  9. Su plan financiero: las ofrendas.  «Pues así ordenó el Señor que los que predican el Evangelio vivan del Evangelio.» (1 Corintios 9:14)
  10. Sus armas de guerra son espirituales, no carnales. (1 Corintios 10:4; Efesios 6:10-20)
  11. Su independencia ha de consistir en la Separación de la Iglesia y el Estado. (Mateo 22:21)

IV Cómo se reconoce una iglesia verdadera

Sucede que en una ciudad suele haber muchas diferentes Iglesias y todas pretenden ser la verdadera Iglesia.  El Dr. Carroll, para saber cuál era esa verdadera Iglesia, examinó las marcas y doctrinas de cada una de ellas; y aquellas que poseían las marcas y doctrinas enseñadas por la palabra de Dios las reputó como las verdaderas Iglesias.  He ahí un método de fácil aplicación, aplicado por el Dr. Carroll a las Iglesias de todos los tiempos.  El resultado fue que muchas habían perdido estas marcas y alejándose de estas doctrinas; en cambio, halló otras que habían retenido fielmente estas marcas a través de los siglos, desde que Jesús había dicho: «Yo edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.» (Mateo 16:18); «Y estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del siglo (Mateo 28:20)

The Trail of Blood

James Milton Carroll